A principios del siglo XX, en las ciudades de Santiago de Chile y el entonces próximo pueblo de San Bernardo, en la actualidad unido a la gran urbe debido a la explosiva expansión de uno y otra, se desarrollaron dos experiencias que han quedado en el recuerdo e imaginario de la cultura literaria chilena y en la mitología política como íconos revolucionarios, coyunturas de vanguardias artísticas o experimentos de locos asociales, razones por las cuales es necesario, como ya se refirieran sobre ellas Fernando Santiván en sus “Memorias de un tolstoyano” o Augusto D’Halmar en “Recuerdos Olvidados”, rescatar y colocar en valor adecuado (1). Estas dos experiencias, conocidas como las colonias comunista del cerro San Cristóbal y tolstoyana de San Bernardo, además de su atractivo y memorabilia histórica, nos entregan más de una posibilidad de aprender sobre la utilización de los espacios y lugares en el contexto de una vida libre.
Las colonias del cerro San Cristóbal y la colonia tolstoyana de San Bernardo, en tanto formación y desarrollos de espacios con fines de habitabilidad, son primeros hechos en un camino que lleva desde los comienzos del 1900 a inicios del siglo XXI, preguntando sobre las posibilidades ciertas de autogestión de sitios de vivienda y trabajo en relación directa y armónica con la comunidad geográfica de la cual son partes. Las ideas acerca de colonias anarquistas, espacios “okupados”, espacios liberados, inmuebles recuperados, comunas agrícolas o tantas otras, nos conducen a pensar y cuestionar nuestros marcos teórico-geográficos, para contribuir con un tipo de geografía social arraigada en los conocimientos comunitarios de las sociedades regionales o comunales. De esta forma, una geografía social reclusiana afincada en los saberes del individuo y la comunidad sobre el medio ambiente, aplicada a estudios de ocupabilidad y habitabilidad urbana, en los cuales se integren el máximo número de variables a tener en cuenta en interacción profunda y verdadera, estará en directa relación al beneficio del mejoramiento de la vida de las personas. Tener en cuenta experiencias tan disímiles en tiempos y lugares de ocupación libertaria de espacios, contribuye por lo tanto a complementar la teoría geográfica contemporánea, necesaria de integrar una visión ecológica del mundo, puntos de vista ya asumidos de una u otra forma en estas experiencias históricas del siglo XX o en las actuales del siglo XXI. El espacio y su utilización de una forma racional, aproximándose a una forma integral de ocupación, es una de las propuestas de algunos geógrafos anarquistas, tales como Pedro Kropotkin o Eliseo Reclus. Mientras que la idea marxista se define por un materialismo histórico en que el concepto de las fuerzas de la historia están encuadradas en la lucha de clases; en las concepciones anarquistas, especialmente de los dos científicos mencionados, se promueven posibilidades de libertad espacial que vendría a significar la posibilidad de la vida anarquista en la geografía actual y real, es decir, un vivir bien en el aquí y en el ahora, gracias a todo el desarrollo de las fuerzas creativas del individuo, de la solidaridad de la comunidad, del respeto a la naturaleza. Esta idea de sociedad libertaria, por lo tanto, se desarrolla no en imágenes abstractas, no en la idea de un fin histórico, sino en el cotidiano vivir, y es aquí donde los obstáculos deben ser resueltos mediante el trabajo humano realizado.
Entre los hechos que llaman la atención, la colonia tolstoyana de San Bernardo, según podemos leer en las “Memorias…” de Fernando Santiván, intentó desarrollar un extenso programa de vivienda, educación y sociabilidad. Entendemos que las motivaciones que movilizaron a estos hombres en el anhelo de formar un espacio comunitario donde se fusionaran en perfecta armonía las ideas de León Tolstoy con la realidad chilena austral –la idea originaria era trabajar unos terrenos en la zona sur del país- y luego en San Bernardo, de la práctica filosófica y cotidiana, del enseñar y aprender, vienen a explicitarse en la búsquela del equilibrio del trabajo manual e intelectual, concepto tan valioso al mismo Tolstoy literato y anarquista –ejemplo de ello es su experiencia como aprendiz de zapatero, acción demostrativa de sus valores – como al geógrafo Kropotkin, especialmente en sus libros “La Conquista del Pan” y “Fábricas, campos y talleres”. En este mismo sentido, la amplitud de los anhelos de la colonia comunista de Santiago, se relacionaban con la educación social y autoeducación, en relación directa al trabajo autogestionado dentro de la misma comunidad.
Estas ideas y prácticas hicieron que parte de la sociedad de la época viese en aquellas experiencias, experimentos asociales, desvergonzados, libertinos, que poco o nada contribuirían a la “regeneración” que tanto pregonaban los mismos revolucionarios. Sin dejar de lado los prejuicios que provocan estos experimentos y de las respuestas que dieron los propios involucrados reivindicando la acción libertaria, lo que interesa aquí es adentrarse en algunos detalles que puedan ser interesantes para las relaciones cotidianas en virtud del espacio ocupado, en un sentido geográfico de ciertos principios de utilización de bienes propuestos por Proudhon. Ejemplo claro de lo anterior, es que los tolstoyanos intentaron desarrollar un programa de trabajo agrícola en las cercanías de la casa que habitaban. Sin mencionar la palabra autogestión, lo que intentan estos muchachos, sobretodo Santiván, es reconocer que el trabajo humano, individual y a la vez colectivo, promueve ciertas capacidades humanas necesarias para la sobrevivencia en primera instancia, pero que subsanando los obstáculos primarios de techo y comida, puede alentar un modo de vida mejor, más completo y social. Ideas tales como integralidad del trabajo, complementariedad de aprendizaje y enseñanza, disfrute y recreación, están en estrecha virtud del zumo que pueden extraer hombres y mujeres del lugar que habitan, y de como en estos, la labor diaria, semanal, mensual, anual y permanente, es elemento importantísimo en la distribución de los tiempos y lugares para una mejor eficiencia de la economía doméstica.
Sobre la práctica de unos principios que vienen a resolver la, a veces, angustiante economía del hogar, la utilización del o de los espacios al interior de la casa y de su relación con los espacios vecinos y comunales, tenemos en cuenta que los valores anarquistas se impregnan en las relaciones de sociabilidad de estos núcleos y viceversa. Por lo tanto, al realizar un cuestionamiento de tipo geográfico a la forma de utilización de este tipo de espacios, nos es preciso integrar en el análisis teórico-metodológico de la geografía, una sensibilidad ética cercana a una visión ecológica reclusiana en cuanto individuo, comunidad y medio ambiente en constante relación.
Para mayores detalles sobre estas experiencias de utilización de espacios, les recomendamos descargar los textos mencionados, por ejemplo el artículo “La Colonia Tolstoyana” www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0011291 de D’Halmar, el libro “Memorias de un Tolstoyano” de Santiván www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0004764, o la carta de Benito Rebolledo a este último contándole sobre la colonia de Pío Nono http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0013477 , esperando que se formen su propia visión de las mismas y que disfruten de su lectura y posterior discusión.
¡Salud y Libertad!
(1) Entre los escritores que se refirieron a las colonias de principios del siglo pasado, caben destacar a D’Halmar, de apellido original Thompson; y Santiván, en cuyo caso fue Santibáñez, y que le dedicó un libro completo a relatar las peripecias, aventuras, anhelos, ilusiones y desilusiones de la colonia tolstoyana, siendo ambos escritores piezas fundamentales del desarrollo de la literatura chilena. Es importante recalcar que llegaron a ser Premios Nacionales de Literatura, galardón máximo en Chile, que reconoce el aporte y profundidad artística de sus letras.
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Hace algunos meses atrás, caminando por las calles de la comuna de San Bernardo, me encontré en la plaza con una gran feria, me acerque a uno de los puestos donde un caballero vendía libros y me encontré con un texto clásico de la geografia latinoamericana, del brasilero Josue de Castro titulado «Geografía del Hambre», me sorprendí mucho de haber encontrado el libro y comencé a conversar con el librero, quien me contó que el era parte de la comunidad tolstoyana de San Bernardo y que la agrupación seguía viva. Quede muy sorprendido por que no conocía esta historia, tal vez seria bueno intentar contactarlos o saber en que están.. un saludo! nos vemos pronto!