Por estos días, hace 90 años, otro profundo dolor afectaba a la clase obrera chilena. El 29 de septiembre moría, loco y encerrado, José Domingo Gómez Rojas, poeta, estudiante, anarquista, fiel representante del espíritu impetuoso y sensible de la generación de 1920.
Su muerte coronó fatalmente una época de represión, de persecución y ataques a todo el movimiento popular de parte de los gobiernos oligárquicos de las primeras décadas del siglo XX, situación que en 1920 afectó directamente a muchos de los participantes de las numerosas colectividades anarquistas de la época, perseguidos y violentados, envueltos en montajes y hechos prisioneros.
Una historia que se repite de vez en cuando y hoy nos suena como tragicomedia, a propósito del bullado caso “bombas de ruido”.
EL CRISTO DE LOS POETAS
Durante las primeras décadas del siglo XX, la clase dominante chilena se adjudicaba una muy mala gestión en su intento de llevar al país a la modernidad capitalista. La llamada “cuestión social” develaba las víctimas de este proceso. El rápido crecimiento de la fuerza de trabajo y la concentración en ciudades no preparadas para recibir altos niveles de migración, agudizaron los problemas sociales (hacinamiento, cesantía, mortalidad infantil, desnutrición, etcétera) a la par que empujaron a los trabajadores a fortalecer su organización. Crecidos cuantitativa y cualitativamente, los explotados salieron a la calle y desafiaron al Estado. (Seguir leyendo)