Este texto fue extraído del periódico anarquista chileno El Libertario, publicado durante los años cincuenta. Llama la atención, sobre todo, lo que el autor, el señor Joaquín Beltrán, propone para detener la masificación del alcoholismo en los hogares, dando especial importancia al rol de los sindicatos y su función en el desarrollo íntegral de las personas, superando la barrera del ámbito laboral con propuestas cotidianas que reflejan el pensar libertario:
«El alcoholismo», por Joaquín Beltrán
He visto numerosos afiches sobre el alcoholismo, todos aconsejan; pero ninguno toca el aspecto médico-social.
El año próximo pasado fueron detenidos cerca de 200.000 ebrios; si agregamos a dicha cantidad una cifra igual o superior que logró evadirse de la acción policial judicial, llegaremos a conclusiones alarmantes.
El alcoholismo es un problema grave que los sindicatos deberían estudiar seriamente. La desorganización del hogar, el origen de la infancia abandonada, la delincuencia precoz, la prostitución prematura, la falta de responsabilidad social y profesiones y otras plagas que no nos permiten progresar como deberíamos, hay que buscarlas en el alcoholismo.
La ebriedad no pueden atajarla los carabineros, ni las leyes, porque el que acostumbra a suplir la falta de alimentos o a combatir el frío con el alcohol, u olvida sus penas en la cantina o se emborracha, simplemente, por placer o por vicio seguirá siendo víctima del alcohol con o sin la acción policial. Yo he podido comprobar, que el proletariado prefiere más “tomar” clandestinamente en lugares mugrientos donde el dueño le obliga a guardar silencio, de vez en cuando, porque han anunciado que pasa la policía de alcoholes por la otra calle, que tomarse tranquilamente unos tragos en lugares autorizados. Esos sobresaltos que les produce el dueño, parecen estimulantes para emborracharse más luego. He conocido a varios bolicheros que empleaban dicha táctica para aumentar la clientela o para que se sirvieran luego el contenido de los jarros. Lo mencionado le daba forma de valiente porque se exponía a pagar una cuantiosa multa, lo cual, satisfacía mucho a sus clientes quienes tenían la impresión de haber cometido un acto de heroísmo porque se emborrachaban contra la voluntad de los carabineros y de las leyes que se lo prohiben.
Dicen que el fruto prohibido es el mejor. Para los alcoholicos y para los aspirantes debe serlo, porque he visto como miles de ellos preferían encerrarse en piezas inmundas donde en vez de vino se les vendía algo parecido, a un precio muy lucrativo.
El alcoholismo es un mal social y psicologico, y es la acción médico-social y no la policial la que posee las mejores armas para combatirlo.
Los médicos con el Antabuse, notable droga antialcoholica, y el extracto de corteza suprarrenal posee las mejores armas útiles y prácticas para combatir el alcoholismo.
Pero partiendo de la base que vale más prevenir que curar, mediante los sindicatos podría evitarse el alcoholismo en los hogares obreros desarrollando una propaganda inteligente, encaminada a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y a alejarles de las cantinas. Pueden sustraerse del vicio organizando jornadas al campo, a la montaña o a la playa. Y en los mismos sindicatos o fabricas deberían dictarse conferencias u organizar sesiones cinematográficas que combatiesen dicha enfermedad.
Los sindicatos tienen una gran labor por cumplir, porque pueden evitar y combatir el alcoholismo utilizando un sin fin de medios que pueden cambiar completamente las costumbres de los obreros, los que educados socialmente llegarían a considerar un deshonor el emborracharse.
El hombre que tiene la costumbre de embriagarse pierde su personalidad y algunas veces su dignidad.
J. Beltran
El Libertario, pág. 4, N° 3, Año I, Santiago de Chile,
Noviembre de 1954.