A cien años de su muerte, reediciones, películas y homenajes giran en torno a León Tolstoi, uno de los mayores escritores de la literatura universal y de quien otro gran escritor ruso, Isaak Babel, dijo: «Si el mundo en persona supiera escribir, escribiría como Tolstoi».
En la pieza del jefe de la remota estación ferroviaria de Astápovo, en la estepa rusa, un hombre está muriendo. Tiene neumonía y más de ochenta años. Unos días antes se ha escapado en secreto de su hacienda al sur de Moscú y su desaparición ha generado preocupación nacional, pues es una suerte de leyenda viviente, el hombre más famoso de Rusia: un escritor que ha devenido en gurú religioso, con discípulos y doctrina. Se llama León Tolstoi.
Mientras agoniza ha llegado su esposa, Sofía, pero no la dejan entrar y sólo puede verlo por la ventana. También llegan batallones de periodistas, emisarios de la Rusia central, espías de la policía, sus seguidores y su familia. De hecho, el libro «The Death of Tolstoi», de William Nickell, quien ha revisado la prensa, los miles de telegramas y otra documentación, plantea el episodio como el primer gran evento «en directo» de los medios masivos modernos. Todo el mundo está al tanto, el mismo Zar ha pedido que se le informe cada hora lo que ocurre, y a cada momento hay reportes telegráficos con la temperatura y pulso del escritor.
De la fama a la fuga
Hay quienes podrían ver esto como el final apropiado de un aristócrata enloquecido retornando a un cristianismo primitivo, asociado al vegetarianismo, el rechazo de la propiedad privada, la abstinencia sexual y el pacifismo. Respecto de todo lo cual había actuado concienzudamente en contrario antes: se entregó al juego, la guerra (participó como militar en el Cáucaso y en Crimea), los amores nada platónicos (fue amante de gitanas y prostitutas y luego padre de 13 hijos). Y a pesar de vestir como campesino y pregonar la pobreza, seguía siendo propietario de una gran hacienda con siervos: Yásnaia Poliana. Pero, ¿por qué abandonó su casa y a su mujer con quien compartió la vida por 48 años? Si todas las familias felices se asemejan y las infelices lo son cada una a su modo -según la célebre frase inicial de «Anna Karenina», una de las grandes novelas del escritor-, la infelicidad de los Tolstoi tenía rasgos muy propios. Cuando Tolstoi, de 24 años, publicó «Infancia» la memoria novelada que lo hizo célebre-, en 1852, la que sería su mujer, Sofía, tenía 8 años de edad. Y 18 años cuando Tolstoi se casó con ella, en 1862. Ella le dio 13 hijos y le ayudó con sus libros (más de una vez transcribiéndolos enteros). Pero su relación se fue deteriorando con los años, sobre todo, por el brusco giro de Tolstoi hacia la religión y el anarquismo y el conjunto de seguidores que llega a su lado y a su casa. Tolstoi amenazaba con entregar todas sus propiedades, incluso los derechos de sus obras, al pueblo ruso, y Sofía quiere asegurarlos para ella y sus hijos. Ella se sentía rodeada por una banda de lunáticos que de lo único que hablaban era del celibato, el vegetarianismo y la resistencia política.
Vivir y morir
Después de finalizar «Anna Karenina» (1877), Tolstoi sufre una crisis espiritual y una profunda depresión. Busca encontrar sentido a su vida y decide buscarlo en las fuentes originales del cristianismo: su interpretación de las enseñanzas de Jesús lo llevaron a ser un anarquista y pacifista, que radicaliza sus posturas, atacando instituciones (el Estado, el Ejército y la Iglesia) en libros como «El reino de Dios está en vosotros» (1890-1893) y que lo llevaron a ser excomulgado de la Iglesia ortodoxa en 1901. Ahora bien, sus ideas de resistencia no violenta influyeron en figuras como Gandhi, con quien mantuvo una correspondencia entre 1909 y 1910 (las cartas se incluyen en la edición de «El reino de Dios está en vosotros», por primera vez traducido directamente desde el ruso).
Unos meses antes del escape de Tolstoi, los celos de su esposa hacia el discípulo de éste, Vladimir Chertov, se habían convertido en delirio, con la creencia de que escritor y discípulo mantenían una relación homosexual (los espiaba con binoculares) y con intentos o amenazas de suicidio de parte de ella. La inclinación a leer novelas en clave biográfica ha llevado a considerar a algunos personajes de «Anna Karenina» como trasuntos de Tolstoi. Pero, visto lo anterior, ni Levin ni Vronsky parecen del todo adecuados. En todo caso, una de las escenas del libro recuerda la vida de Tolstoi en su etapa tardía: aquella pelea final entre Vronsky y Anna antes de que ella se suicide lanzándose debajo de un tren.
En castellano se ha traducido casi todo Tolstoi (su obra completa está en 90 tomos), pero no su palabra viva, en conversaciones y entrevistas (que el mexicano Jorge Bustamante ha empezado a rescatar). En una entrevista de 1904, Tolstoi explica por qué no aceptó participar en los funerales de Chéjov: «La muerte es un acontecimiento tan importante que, al contemplarla, pensamos ya no ‘cómo vivió’ la persona, sino ‘cómo murió'». En el caso de Tolstoi, cómo murió lleva a pensar en cómo vivió.
Otras novedades editoriales sobre Tolstoi
El centenario de la muerte de Tolstoi ha generado varios libros en torno a él, su círculo o sus obras. Por ejemplo, ha aparecido una biografía: «Sophia Tolstoy» (Free Press, 2010, 354 páginas), de Alexandra Popoff, en que culpa de la mala prensa de la esposa de Tolstoi a Chertov. La mayor novedad del libro es que su autora tuvo acceso a ciertos materiales inéditos, incluyendo una memoria e incontables cartas que habían permanecido guardadas en Moscú.
En cuanto a obras, se publicó un libro infantil, «Karma» (Gadir, 2010, 64 páginas): un cuento popular de la India del que Tolstoi hace una versión. Pandu, un joyero rico, viaja a Benarés y tropieza con otros personajes; con unos será amable y con otros no. En el centro está la idea de que el destino de cada cual es consecuencia de sus actos anteriores. La edición española está ilustrada con acuarelas de Esther Saura. Y del período que Tolstoi pasó en el Cáucaso extrajo inspiración para obras como «Hadji Murad», el rebelde que lucha en contra y luego con los rusos. El relato cuenta con una versión editada en Chile: «Hadzi Murat» (LOM, 2006), además de la española publicada junto a «La muerte de Iván Illich»: «Hadyi Murad» (Alianza, 2009). La traducción no sólo cambia las transliteraciones de los nombres. La descripción de una flor en la versión de López-Morillas para Alianza: «margaritas arrogantes de un blanco lechoso, con su botón amarillo claro, de esas ‘me quieres no me quieres’, de olor picante a fruta pasada», se transforma en la de LOM (que no señala traductor) en: «margaritas de un color blanco cremoso y corazón de un amarillo intenso».
La guerra y la paz conyugales
En el entorno de Tolstoi, todo el mundo llevaba diarios: no sólo los voluminosos del propio novelista, sino también su doctor, su secretario, sus discípulos, sus hijos y su esposa, Sofía. El escritor estadounidense Jay Parini (nacido en 1948), poeta, crítico, narrador, autor también de tres biografías literarias de importantes escritores (John Steinbeck, Robert Frost y William Faulkner), se sirvió de toda esa documentación para escribir la celebrada «La última estación» (1990), una novela sobre el último año en la vida de Tolstoi y en la que se basó la película del mismo nombre, protagonizada por Christopher Plummer y Helen Mirren. El nudo del libro y de la película es el conflicto entre Sofía, que se ha vuelto ferozmente posesiva respecto de su marido y Chertov, el discípulo inflexible, decidido a hacerse cargo de su legado. Para Sofía, Chertov es un tonto y un revolucionario peligroso; para él, ella es una histérica. El resto de los personajes se encuentran en medio de esta lucha, e incluso los hijos de Tolstoi toman partido por uno u otro. Destaca también Valentin Bulgakov, quien reemplaza a Chertov como secretario de Tolstoi cuando aquél es arrestado por la policía zarista. No hay un solo narrador, sino diversas perspectivas: cada personaje presenta en primera persona su visión de los hechos. En el retrato de Parini, Tolstoi no figura, al menos explícitamente, atravesado por los rabiosos conflictos -religiosos, sexuales y filosóficos- que animaron la parte final de su vida: mientras los otros personajes están discutiendo o intrigando, él está solo en su estudio, reflexionando sobre la fe y la justicia o escribiendo cartas a George Bernard Shaw o Gandhi sobre el amor y el mal.
-¿Por qué decidió escribir una novela sobre Tolstoi y no una biografía?
«Pensé que sería posible meterse bajo la piel de los personajes al escribir una novela, imaginar -por ejemplo- cómo sería ser realmente la condesa Tolstoi en esa situación tan incómoda. Como un biógrafo convencional se podría decir: ‘Sofía Tolstoi se lanzó en una laguna, un día’. En una novela se puede internar en su mente, imaginar lo que en realidad, emocionalmente, le estaba sucediendo a ella».
-¿Que casi todos escribieran diarios era una característica rusa o de la familia Tolstoi?
«Los diarios fueron muy comunes en el siglo diecinueve, pero el círculo de Tolstoi fue especialmente devoto de la práctica de llevar un diario».
-En el fuego cruzado entre la esposa y el discípulo de Tolstoi, incluso los hijos de éste toman bandos distintos. ¿Considera alguno de ellos más razonable?
«Para mí mismo, más o menos creía que el punto de vista de Sofía Tolstoi era más defendible que el de su marido. ¿Por qué debería ella dejarlo todo? Luego, por otra parte, puedo entender las ideas de Tolstoi, como ideas abstractas sobre la diseminación de la riqueza».
-Su Tolstoi parece más calmado y contemplativo que lo que ciertas biografías insinúan con los conflictos del final de su vida…
«No sé. En realidad, intenté sugerir que Tolstoi estaba en medio de la turbación».
El libro
«La última estación en la vida de Tolstoi», traducido por José Manuel Álvarez Flores, en Editorial Península, 1995 y ahora en RBA, 2010.
La película
«The Last Station», 2009, dirigida por Michael Hofman y protagonizada por Christopher Plummer y Helen Mirren. DVD disponible en Chile en Bazuca.com
Patricio Tapia
Arte y Letras de «El Mercurio»
14 de Noviembre del 2010