Literatura: Algunos cuentos relatados por Oscar Wilde según André Gidé.

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Poco a poco hemos ido conociendo a Oscar Wilde, o simplemente Wilde. Y no nos referimos a conocer más o menos su biografía, cuentos o poemas, sino ir comprendiendo al hombre y al artista que existe, afirmando tajantemente que “La principal ventaja que resultará del advenimiento del socialismo, es, indudablemente, que el socialismo nos libertará de la sórdida necesidad de vivir para los demás; necesidad que, dadas las actuales condiciones, pesa casi sobre todos”. Wilde, el cuentista y poeta. El hombre atormentado y encarcelado, aristócrata para unos, libertario para otros.

De entre sus muchas, cientos de páginas, todavía hoy leen su Gigante egoísta en las salas de clases de infantes sin siquiera sospechar lo que hay de arte en su creación literaria, al tiempo que los mismos profesores olvidan o ignoran o ningunean su De Profundis o El Alma del hombre bajo el Socialismo del cual hemos citado más arriba. Sin embargo, a pesar (y gracias) a nuestra permanente amnesia que genera la necesidad de ejercitar los músculos del intelecto, de volver sobre los pasos para leer, nos encontramos con textos que son de gran intensidad, y que nos aportan goce, maravilla, reflexión; ejercicio que puede ser aprovechado por críticos literarios, lectores empedernidos, buscadores de sabiduría, personas que sienten el arte en la vida o los mismos profesores: ciegos, sordos y mudos.

Oscar Wilde (16 de octubre de 1854 - 30 de noviembre de 1900)

Entonces, no nos sorprende que en la revista Juventud de la Federación de Estudiantes de Chile (FECh), manifestación de una generación despierta y revolucionaria, que no era ni ciega, ni sorda ni muda, nos encontremos con un artículo dedicado a Wilde, escrito por André Gidé y traducido por J. García Monge. Nos advierte el propio Gidé que no será una biografía ni un estudio de sus obras, de las cuales había hablado en una primera opinión “con una severidad injusta”. Y de las obras de Wilde, que no pasaron de ser un entretenimiento dramático en primera instancia para Gidé, éste fue extrayendo sustancia artística que sobrepasaba por mucho la superficialidad que aparentaban los escritos del inglés nacido en Dublín.

Del homenaje literario que Gidé realiza, hemos de transcribir algunos párrafos en los cuales hace intervenir al cuentista, ahora transmutado en personaje y narrador, que sentimos caracterizan al notable Wilde. Insistimos que aquí no pretendemos realizar análisis literario sino escuchar por otra voz, la voz de Wilde (1).

NARCISO (2)

“- Ud. Escucha con los ojos, me dijo de pronto; por eso le voy a contar este cuento.

Cuando murió Narciso, las flores campestres se desolaron y pidieron al río gotas de agua para llorarlo … ¡Oh!, repuso el río, cuando todas mis gotas de agua se conviertan en lágrimas, no tendré suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo quería -¡Oh!, repusieron las flores campestres, ¿cómo no habías de querer a Narciso? Era bello. ¿Era bello? Dijo el río. -¿Y quién podría saberle mejor que tú? Diariamente inclinado en tus orillas, contemplaba en tus aguas su belleza…

Wilde detúvose un instante …

Si lo quería, repuso el río, es porque veía el reflejo de mis aguas en sus ojos, cuando él en ellas se inclinaba.

Luego Wilde, carcajéandose, anardió:

Eso se llama El Discípulo.”

***

ALGO VERDADERAMENTE ÚNICO

“¿Qué ha hecho desde ayer?

Y como entonces mi vida transcurría sin tropiezos el relato que de ella podía hacer no ofrecía ningún interés. Repetía dócilmente sucesos menudos, y en tanto que yo hablaba, miraba oscurecerse la frente de Wilde.

            ¿Y es cierto eso que ha hecho?

            Sí, respondía.

            ¡Y es cierto lo que Ud. dice!

            Sí muy cierto.

            ¿Y entonces para qué repetirlo? Ud. bien comprende: eso no interesa en absoluto. Entiende que hay dos mundos: el que existe, sin que de él se hable; se le llama el mundo real, porque no hay necesidad de hablar de él para verlo. Y el otro, es el mundo del arte; del que es necesario hablar, porque sin ello no existiría.

            Había una vez un hombre, querido en su aldea porque contaba cuentos. Por las mañanas salía de la aldea, y a la tarde, de regreso, todos los aldeanos, después de haber trabajado el día entero, se agrupaban en torno suyo y decían: ¡Vamos! Cuenta: ¿Qué es lo que hoy has visto? – Él contaba: en el bosque vi un fauno que tocaba la flauta, y hacía danzar una ronda de silvanos chicos. – Cuenta más: ¿qué has visto? decían los hombres.- Cuando llegué a la orilla del mar, vi tres sirenas, junto a las olas, y se peinaban los cabellos verdes con peines de oro. – Y las gentes lo querían porque les contaba cuentos.

            Una mañana como todas las mañanas, se alejó de su aldea – pero cuando llegó a la orilla del mar, divisó en eso tres sirenas junto a las olas, y que se peinaban los cabellos verdes con peines de oro. Y  como él siguiera en su paseo, al llegar al bosque, vio un fauno que tocaba la flauta a una ronda de silvanos … Esa tarde, cuando volvió a su aldea y le preguntaron como otras tardes: ¡Vamos! cuenta: ¿Qué has visto? él repuso: – No he visto nada.

            Wilde se detenía un momento, dejaba que el relato produjera en mí sus efectos, y proseguía luego:

            No me gustan sus labios; son rectos como los del que nunca ha mentido. Quiero enseñarle a mentir, para que sus labios se hagan bonitos y sinuosos como los de una máscara antigua.

            ¿Sabe Ud. lo que constituye la obra de arte y lo que constituye la obra de la naturaleza? ¿Sabe Ud. lo que las diferencia? Pues al fin la flor del narciso es tan bella como una obra de arte – y lo que las distingue no puede ser la belleza. ¿Sabe Ud. lo que las diferencia? – La obra de arte siempre es única. La naturaleza, que no hace nada durable, siempre se repite, con el objeto de que nada se pierda de lo que ella hace. Hay muchas flores de narciso; por eso viven un día tan sólo. Siempre que la naturaleza inventa una nueva forma la repite en seguida. Un monstruo marino en un mar sabe que en otro mar hay un monstruo marino, su semejante. Cuando Dios crea un Nerón, un Borgia o un Napoleón en la historia, pone a la par de ellos; poco importa que se le ignore; lo importante es que uno tenga éxito; pues Dios inventa al hombre y éste inventa a la obra de arte.

            Sí, yo sé … cierto día ocurrió en la tierra un gran malestar, como si la naturaleza por fin fuera a crear algo, algo verdaderamente único – y el Cristo nació en la tierra. Sí, yo bien sé … pero escuche:

            Cuando José de Arimatea, al anochecer, bajó del monte Calvario donde acababa de expirar Jesús. Vio sentado en una piedra blanca a un joven que lloraba. Y José se le acercó y dijo: – Comprendo que tu pena sea grande, pues ciertamente aquél hombre era un justo. – Pero el joven le respondió:

            ¡Oh! ¡yo no lloro por eso! ¡Lloro porque también he hecho milagros! También yo he devuelto la vista a los ciegos, he curado a los paralíticos y he resucitado a los muertos. Yo también he secado la higuera estéril y he trocado el agua en vino … Y los hombres no me han crucificado.”

***

EL CRISTO

Cuando Jesús quiso volver a Nazaret, contaba, Nazaret había cambiado tanto que ya no la reconoció. El Nazaret en el que había vivido, estaba lleno de lamentos y lágrimas; ahora era una ciudad llena de carcajadas y de cantos. Y el Cristo, al entrar en ella, vio esclavos cargados de flores que se dirigían presurosos a la escalera de mármol de una casa de mármol blanco. El Cristo entró en la casa, y en el fondo de una sala de jaspe, acostado en un lecho de púrpura, vio a un hombre cuyos cabellos sueltos se confundían con las rosas rojas y cuyos labios están enrojecidos por el vino. Se le acercó el Cristo, le tocó la espalda y le dijo: ¿Por qué llevas esa vida? – el hombre se volvió, lo reconoció y repuso: – Era leproso; tú me has curado. ¿Por qué había de hacer otra vida?

             El Cristo salió de esta casa: y en eso vio en la calle a una mujer con la cara y los vestidos pintados, y los pies calzados de perlas; en pos de ella, caminando un hombre con traje de dos colores y de miradas lascivas. Acercóse el Cristo, le tocó la espalda y le dijo: – ¿Por qué sigues a esa mujer y la miras así? – El hombre se volvió y reconociéndolo, le respondió: -Era ciego; tú me has curado. ¿Qué otra cosa podía hacer yo de mi vista?

            Y el Cristo acercóse a la mujer: – Ese camino que sigues, le dijo, es el del pecado; ¿por qué lo sigues? Lo reconoció la mujer y le dijo riéndose: – El camino que sigo es agradable y tú me has perdonado todos mis pecados.

            Entonces el Cristo se puso muy triste y quiso dejar la ciudad. Y al salir de ella, vio por fin, junto a los fosos, a un joven que lloraba. El Cristo acercósele y tocándole los bucles de la cabellera, le dijo: – Amigo mío, ¿por qué lloras?

            El joven alzó los ojos, lo reconoció y repuso: – Había muerto y tú me has resucitado; ¿qué otra cosa podía hacer de mi vida?

             ***

CIELO E INFIERNO

            “ … Hubo luego un silencio muy grande en la Corte de la Justicia de Dios.- Y el alma del pecador enteramente desnuda se adelantó hasta Dios.

            Y Dios abrió el libro de la vida del pecador:

-Ciertamente tu vida ha sido muy mala: tú has (y seguía una prodigiosa, maravillosa lista de pecados) – Como todo esto has hecho, de veras te voy a mandar al infierno.

-No me puedes mandar al Infierno.

-¿Y por qué no puedo mandarte al Infierno?

-Porque en él he vivido toda mi vida.

Hubo entonces un silencio en la Corte de la Justicia de Dios.

-¡Pues bien! Como no puedo mandarte al Infierno, te mandaré al Cielo.

-No puede mandarme al Cielo.

-¿Y por qué no puedo mandarte al Cielo?

-Porque nunca me lo he podido imaginar.

Hubo entonces mucho silencio en la Corte de la Justicia de Dios.”

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(1) Extractos tomados de la revista “Juventud”, año III, n° 16, Federación de Estudiantes de Chile, Santiago, 1921, pp. 354 – 360.

(2) Los títulos de los cuentos han sido puestos por nosotros. En la edición original figuran sin títulos.

Un comentario en “Literatura: Algunos cuentos relatados por Oscar Wilde según André Gidé.

  1. pablex1961nauta

    “Anarquismo” no significa en modo alguno ausencia de orden o de organización. Los pensadores anarquistas, desde Proudhon, opusieron el orden inmanente, surgido de la vida mismas de la sociedad, de la actividad humana y del trabajo, al orden trascendente, externo, impuesto desde afuera por la fuerza física, económica o intelectual. El primero, que es no solo el único autentico sino también el único sólido y duradero, supone la supresión del segundo, falaz y esencialmente inestable.

    Cappelletti continúa diciendo que nadie o casi nadie ha desconocido la necesidad de una organización; “todos los anarquistas, sin excepción, se han pronunciado contra cualquier organización artificiosa, impuesta y, sobre todo, vertical”.

    “Anarquismo” no quiere decir tampoco negación de todo poder y de toda autoridad: quiere decir únicamente negación del poder permanente y de la autoridad instituida o, en otras palabras, negación del Estado.

    En una palabra, los anarquistas no niegan el poder sino ese coagulo de poder que se denomina Estado. Tratan de que el gobierno, como poder político trascendente, se haga inmanente, disolviéndose en la sociedad.

    Ángel Cappelletti

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