Literatura: «Carteles», por Carlos Penelas

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«Me gusta sentirme un peregrino sin destino, un poeta que viaja a través de un espacio no estructurado, empujado siempre por frustraciones y esperanzas, solidario con los seres que luchan por su dignidad, por su libertad, por el amor». – Carlos Penelas

Carlos Penelas (1949), escritor argentino y autor de numerosos libros de poesía, prosa e investigaciones (ver bibliografía completa), ha compartido este hermoso texto: “Carteles”, un ejercicio literario y a la vez de propaganda anarquista al estilo del dramaturgo ácrata Rodolfo González Pacheco (1882-1949), de quien hemos hablado en otras ocasiones respecto a su amistad con el periodista Teodoro Antilli (1885-1923) y porque tenemos su drama “A los compañeros” digitalizado en nuestra biblioteca virtual.

Carlos Penelas

Carlos Penelas

“Carteles”, redactado en septiembre de este año, es un hermoso texto que nos recuerda a las columnas de la prensa anarquista de antaño, cuando en ella participaban hombres y mujeres ácratas que se me manejaban con gran habilidad en el arte de la oratoria y de la cultura en general, sobre todo la del pensamiento libertario.

Estos breves párrafos no sólo nos revelan la genialidad literaria de Carlos Penelas, sino también una sensibilidad anarquista muy particular y digna de ser leída y celebrada.

Pueden conocer más a fondo la obra del autor y estar al tanto de sus actividades en su sitio web: http://www.carlospenelas.com/.

Carteles

A partir de ahora escribiré breve. Escribiré carteles. Para que alguien los recorte y los pegue en los muros de los palacios. O en la frente de aquellos que son camaleones. O los tire a la basura sin haberlos leído. Intentaré no ser ambivalente, intentaré no falsear la realidad, intentaré – como siempre lo hice – no caer en la demagogia ni ser sensiblero. Sin dioses, sin patrias, sin banderas. Parecería que no hubiera jerarquías ni normas. La fragilidad de pensamiento, la torpeza de supuestos intelectuales (con títulos o sin ellos) es de tal magnitud que parece que fueran sobornados. O por dinero o por cargos. Pobres diablos, camaradas sin espina dorsal. ¿Fundamentalismo de mercado, de credo? Los anarquistas tenemos el entusiasmo de la vida, escribió Rodolfo González Pacheco. Y también: “No acaba de comprenderse al anarquista. Y esto se debe – parece una paradoja – a su propia sencillez, su rectitud, su coherencia.” De aquellos escritos viene la memoria. Vigente, en pie, insurrecta. Rebelde, entonces, junto al viento y la rosa azul del sueño.

Rodolfo González Pacheco
Rodolfo González Pacheco

Apóstoles de iconografías y símbolos comparten la visión polarizada del Estado. Y escriben o vociferan pueblo en un proceso que pocas veces los tuvo en cuenta más que para hacer número. Además, desde un púlpito sacro, discuten la democracia, la burguesía, el liberalismo. Sin terminar de entender muy bien cada cosa. Confundiéndolo todo; a veces por ignorancia, generalmente por mala fe.

La historia, la sociedad, crece en términos de complejidad e incertidumbre. Baudelaire afirmaba que debíamos de ser sublimes sin interrupción. Difícil, pero utópico.

Necesitamos deseducarnos para recuperar la espontaneidad. En lo cotidiano, en lo fraternal, en el amor, en la belleza, en la mirada del alba y de la noche. Habituados a un mundo de valores absolutos y palabras mayúsculas –por las cuales se cometieron crímenes, torturas y vejaciones- ese hombre supuestamente pensante vive enajenado. El hambre, la pobreza, la industria cultural, la falta de pasión, genera pedantería; devaneos y alardes. Inconstancia y frivolidad en la mayoría.

Me gusta sentirme un peregrino sin destino, un poeta que viaja a través de un espacio no estructurado, empujado siempre por frustraciones y esperanzas, solidario con los seres que luchan por su dignidad, por su libertad, por el amor. Que nunca fueron muchos; que son pocos, digo. De allí -tal vez- la extraterritorialidad, el extranjero, el exilio. No lo sé, caro lector, no lo sé. Los hombres de partido y los escribas tienen todas las respuestas. Y no digo más.

Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2011

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