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Hace medio siglo en un absurdo accidente automovilístico moría Albert Camus. Novelista, filósofo, ensayista social, periodista y dramaturgo.
Uno de los más lúcidos pensadores contemporáneos, novelas como El extranjero o La Peste son claras muestras de un humanismo activo y sin dobleces que busca romper con la hipocresía de los dogmas que anestesian la sensibilidad de las sociedades. Y alertan contra los totalitarismos de cualquier especie.
Nacido en Argelia cerca de Constantina, hijo de un argelino muerto en la guerra y una lavandera de origen ibérico, su difícil infancia en la que frecuentaba los muelles y suburbios, no le impidió comprender las injusticias y la necesaria tenacidad para enfrentar la vida.
Las influencias que sobre Camus ejercieron sus vivencias en los sectores populares sometidos al coloniaje francés, además de las lecturas que le proveyó su tío, un carnicero simpatizante de Voltaire y el anarquismo forjaron una personalidad singular con un fuerte talante ético.
Limitado en sus recursos materiales, sus contemporáneos de entonces recuerdan al joven Camus como redactor de publicaciones estudiantiles y ávido lector de la literatura clásica y la filosofía.
Emigró a Francia y tomó contacto con el mundo intelectual, no dudó en sumarse a la resistencia antifascista, enfrentando con coraje la ocupación nazi y la vileza del colaboracionista gobierno de Vichy.
Hay en Albert Camus una clara vocación por comprender la sociedad de su tiempo y el absurdo de la existencia humana. Ensayos como El mito de Sísifo y El Hombre Rebelde son trabajos insoslayables para una reflexión en profundidad sobre las contradicciones del mundo en que vivimos.
Obras de teatro como Estado de sitio y Calígula son lúcidos alegatos contra el despotismo, también los cuentos de volúmenes como El exilio y el reino.
Los artículos publicados por Camus en el periódico Combat durante la Segunda Guerra Mundial y la post guerra, dan cuenta de la complejidad de las tramas de poder y la imprescindible necesidad de nuestra especie de asumir la resistencia esperanzada y la rebeldía solidaria.
Para no convertirnos según sus propia palabras “Ni en víctimas, ni verdugos”…
Carlos A. Solero (Rosario, Argentina)