Geografía: «La teoría anarquista es una teoría geográfica» [Carta de Richard Peet a Piotr Kropotkin]

La afirmación de la realización espacial del anarquismo no debe ni puede quedar sin discusión. En esta “Carta a Kropotkin”, el geógrafo Richard Peet propone volver a los clásicos del anarquismo para entender el anarquismo como para construir colectivamente una sociedad alternativa al capitalismo y al socialismo autoritario, una nueva sociedad basada en la cooperación y el apoyo mutuo, procesos centrales del desenvolvimiento humano y natural.

Piotr Kropotkin

Piotr Kropotkin: "geólogo y geógrafo de profesión, biólogo por afición" (A. Cappelletti)

Hoy en día, cuando muchos siguen sustentando una aproximación dialéctica y materialista histórica para la fundamentación de una teoría y una práctica libertaria, nos es más necesario que nunca revisar y revalorizar las posiciones sustentadas por Kropotkin en sus textos “El apoyo mutuo”, “Campos, fábricas y talleres” y “La conquista del Pan” (al tiempo que releemos a Carlos Darwin), en tanto el anarquista y geógrafo Kropotkin nos devela una mirada que coloca en el centro el método inductivo-deductivo y el apoyo mutuo para la comprensión histórica del desarrollo del universo y una propuesta espacial. Esto último nos lleva a tomar posición en favor de un Anarquismo que no se diluye en el método dialéctico y sobrepasa el materialismo histórico, “pues es éticamente humano, natural y geográficamente realizable”.

El siguiente documento será archivado en nuestra sección de Geografía:

CARTA A KROPOTKIN

Por Richard Peet (Clark University)

Según Kropotkin, la sustancia de la historia la forma la lucha entre las fuerzas de ayuda mutua y cooperación por un lado y, las de competencia y egoísmo humano por el otro.  La historia escrita analiza, describe y, lo que es más importante, glorifica la autoafirmación del individuo o de grupos de individuos, sus luchas por la superioridad y los conflictos que originan. La historia tal como ha sido escrita es casi totalmente una descripción de las formas y los medios en que la teocracia, el poder militar, la autocracia y, más tarde, el dominio de las clases más poderosas se han promovido, establecido y mantenido. Kropotkin proclama que esto supone  una ceguera ideológica, cuyo propósito es la justificación del capitalismo y hacernos olvidar el papel histórico que ha tenido la ayuda mutua, prácticas que nacen de los sentimientos de los hombres de solidaridad humana y sociabilidad. La ayuda mutua creó las auténticas condiciones para una vida social en la que el hombre pudo desarrollar sus artes, su conocimiento y su inteligencia. Su conclusión es la de que los períodos en que las instituciones basadas en la ayuda mutua se desarrollaron más completamente fueron también los períodos de máximo progreso en las artes, la industria y la ciencia.

            En términos del desarrollo de la teoría revolucionaria, el papel desempeñado por Kropotkin y los anarquistas es el de añadir una profundidad antropológica al análisis sociológico de Marx y de sus seguidores. Kropotkin arguye que debería construirse la alternativa al capitalismo a partir de las lecciones aprendidas del gran barrido de la historia. Su investigación empírica demuestra que durante largos períodos de tiempo los humanos vivimos en grupos organizados en torno a los principios de cooperación y de apoyo mutuo. Se vio que estas eran las únicas bases permanente para la vida social; la cooperación y el altruismo eran necesarios para la supervivencia de la propia progenie, esto fue incluso reconocido por Darwin [Montagu, A., Darwin: Competition and Cooperation, pág. 95, Henry Schuman, Nueva York, 1952.]. Nosotros venimos de una larga línea de estructuras cooperativas, y es a esos principios de cooperación y de ayuda mutua en todos los aspectos de la vida, a lo que debemos volver.

            Según el punto de vista anarquista, el capitalismo está basado en la competencia y esta contradice las lecciones dadas por la historia antropológica. Podemos comprender de dónde procede la competencia; probablemente fue fundacional como fuerte de energía desesperada en los tiempos de amenaza externa grave. Esos períodos de lucha por la supervivencia individual probablemente fueron de corta duración. Por tanto, en el capitalismo elevamos una emoción reactiva, a corto plazo, a la categoría de motivación de largo plazo, de fuerza organizadora, función para lo que no es conveniente. Las sociedades basadas en semejante forma de organización autocontradictoria no pueden sobrevivir. Debemos volver a la cooperación y a la ayuda mutua, ideas estas que hemos seguido transmitiendo de una generación a otra a través de una historia popular susurrada:

[…] ni los poderes aplastantes del estado centralizado, ni las enseñanzas del odio mutuo y de la lucha sin piedad que, adornadas con los atributos de la ciencia, se extraen de complacientes filósofos y sociólogos, podrán acabar con el sentimiento de la solidaridad humana, profundamente arraigado en la mente y en el corazón de los hombres. Que fue el resultado de la evolución ya que sus etapas más tempranas no pueden ser dominadas por uno de los aspectos de esa misma evolución. Y la necesidad de mutua ayuda y apoyo que finalmente se ha refugiado en el estrecho círculo de la familia, o en los habitantes de los barrios pobres, en el pueblo, o en la unión secreta de los trabajadores, vuelve a reafirmarse […] Y el hombre se ve llamado a dejarse guiar en sus actos, no solamente por el amor, que siempre es personal, o en el mejor de los casos tribal, sino por la percepción de su unidad con cada ser humano. En la práctica de la ayuda mutua, que podemos retroceder hasta los inicios de la evolución, encontramos, por tanto, el origen positivo e indudable de nuestras concepciones éticas; y podemos afirmar que en el progreso ético de los hombres, el apoyo mutuo –y no la lucha mutua- ha desempeñado el papel más destacado. En su amplia extensión, incluso en los tiempos actuales, vemos también la mejor garantía de una evolución todavía más elevada de nuestra raza.

 [Kropotkin, P., Mutual Aid: A Factor of Evolution, William Heinemann, Londres, 1902]

            ¿Para qué necesitamos la religión cuando conocemos la historia real del pueblo? ¿Para qué necesitamos el argumento poco convincente de que nuestro socialismo futuro se configurará a partir de una reacción frente a los errores del capitalismo, cuando podemos, en lugar de eso, mirar hacia la historia de la evolución y decir que así es como vivían los hombres, en grupos de mutua ayuda, que se han guiado en sus acciones no por el egoísmo individualista sino el altruismo? Escuchemos la historia, ese es el mensaje de Kropotkin, pero escuchemos una historia correcta, no una ideología. Sólo entonces podremos descubrir quiénes y qué somos y cómo deberíamos vivir.

            Piotr Kropotkin, ¡si pudieras ver lo que tu profesión preferida ha hecho en los años siguientes a que tú escribieras esas palabras! Incluso tú, el más comprensivo, el más gentil y hermoso, el más optimista de los hombres, negarías indignado con tu gran cabeza barbada. Porque en vez de desarrollar más la teoría de la ayuda mutua, en vez de demostrar cómo ya se podía instituir una economía del espacio alternativa basada en la cooperación humana, hemos hecho exactamente lo mismo que historiadores, filósofos y sociólogos. Nos hemos convertido en una disciplina apropiada para justificar científicamente los modelos de desarrollo social y espacial basados en la competición humana, en el egoísmo humano y en la desigualdad humana. Pasamos por alto los esfuerzos continuados de los pueblos para alcanzar el tipo de vida social, comunal, que tú describiste tan vivamente y que, como demostraste, ha ejemplificado lo mejor de la historia de la humanidad. No hemos comprendido que esto demuestra que la ayuda mutua ha sobrevivido como un anhelo oculto de una vida más humana. No hemos asumido el ansia profunda de que la comunidad fuera el punto principal de la teoría de los pueblos, sino que, en vez de eso, hemos asumido las necesidades que el estado tenía para reprimir esa misma ansia y hemos mostrado cómo hacerlo de la forma más eficiente. Los geógrafos han cantado el estribillo de la falsa risa por la vulnerabilidad humana y la interdependencia de las necesidades humanas. Piotr Kropotkin: hemos olvidado que tú nos habías trazado una geografía humana sintonizada con las necesidades del pueblo y no al servicio de la opresión humana [Kropotkin, P., Fields, Factories and Workshops or Industry Combined with Agriculture and Brain Work with Manual Work, Thomas Nelson, Londres, 1912, ed. Rev.; The Conquest of Bread, Chapman and Hall, Londres, 1906.]. Hemos olvidado que tú has vivido, tu existencia es eliminada de nuestras historias geográficas, tus ideas han sido masacradas por setenta años de silencio oficial.

            O así lo parece. Quizá los rumores sobre la muerte de tus ideas han sido muy exagerados, porque incluso ahora oigo tus pensamientos expresados por unos pocos, y al abrir las páginas amarillentas de tus libros salen de ellas tan claros y oportunos como cuando entraron. Leo lo que dijiste. Comprendo tus argumentos. Más aún, veo por qué hiciste los argumentos concretos que hiciste. Experimento en miniatura mi unidad con el hombre. Después mi mente pasa velozmente por ti, a través de épocas, y se hunde en las grandes fuerzas motoras de la historia humana, y a través de mi concepción de esas fuerzas también yo experimento en general la unidad del hombre.

            La comprensión y la tolerancia mutuas son las únicas bases permanentes de la libertad individual, y la ayuda mutua la única base a largo plazo para un producción social no destructiva. La mutua comprensión y la mutua ayuda persisten, en la forma en que Kropotkin previó que lo harían, como valores que el pueblo prefiere secretamente; pero nuestras vidas actuales son vividas sobre la base de los valores bien distintos. Cómo somos y cómo vivimos está en pugna con cómo desearíamos ser y cómo anhelamos vivir. Kropotkin hizo del cómo deseaba ser la fuerza rectora de su forma de vivir real. Para él, la geografía era una demostración práctica de cómo los hombres podrían vivir las vidas que hubieran escogido óptimamente para sí mismos; esto es, de cómo podrían volver a una forma de vida basada en los valores que la historia había probado que eran eternos. ¡Nuestra geografía adopta aquellos “valores” que la historia ha demostrado que son las más destructivos, tecnologiza los mitos que de ellos se derivan, y nos enseña cómo destruirnos a nosotros mismos del modo más eficiente!

            La geografía radical no puede hacer nada mejor que tomar la obra de Kropotkin como su nuevo comienzo, adoptar su visión de la naturaleza humana como su presupuesto inmanente, escuchar su ruego en pro de la máxima extensión del apoyo mutuo, utilizar nuestras técnicas muy prácticas para mostrar cómo la ayuda mutua puede reafirmarse como la fuerza organizadora de la historia futura. La teoría anarquista es una teoría geográfica. La anarquía es necesariamente descentralizada, porque implica el conocimiento y la comprensión de cada persona entre las que uno vive, de modo tal que pueda prevalecer la libertad individual. Esto supone practicar la libertad individual con delicadeza, de tal forma que no lastime a nadie. Esto significa en realidad lograr la síntesis final entre la introspección y la extroversión, entre uno y los demás, entre el espacio interior y el exterior. El hombre fundido con los hombres, pese a que persista el hombre individual, y los hombres evolucionan. Esta es la mejor garantía para una evolución superior.

            Piotr Kropotkin: yo soy un geógrafo que siente escaso respeto por la tradición geográfica, pero que puede respetar tu tipo de geografía.

[Extractado de “Geografía y Anarquismo” Myrna M. Breitbart (ed.) trad. Pilar Martínez. Editorial oikos-tau, Barcelona, España, 1989.]

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