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Finalizamos nuestras lecturas con este último texto (lo que está errado, pues recién hoy comienza la huelga que desembocó, meses más tarde, en el ejecución de los mártires de Chicago). Hemos recorrido Argentina, Alemania, España y Perú mediante diversos autores y militantes anarquistas que dedicaron su vida tanto a la reflexión en torno al anarquismo como a la lucha por los y las trabajadoras. Hoy citamos un texto escrito en Chile.
El autor de nuestro artículo utiliza un pseudónimo, «Marqués de Cabinza», aludiendo a cierto pez del norte de Chile. Esta figura, en efecto, no nos es extraña, ya que los párrafos que citamos a continuación aparecieron originalmente en el semanario anarquista «El Sembrador», originario de Iquique y que editó sus últimos números en Valparaíso.
«El Sembrador» fue, sin duda, una de las publicaciones más memorables del anarquismo chileno. Este texto es de 1924 y la lucidez y actualidad de sus palabras son sencillamente sorprendentes. Insisten (lo hemos repetido acá) en el carácter crítico del anarquismo, su desconfianza en los dogmas y en las verdades absolutas. Un recuerdo, a su vez, del carácter heterogéneo del hombre y, con ello, la relatividad de cualquier concepto que pretenda encasillar los aconteceres de la vida humana. De ahí, justamente, la crítica al escueto análisis de la «lucha de clases» y todo lo que ello implica. Algo presente, lo hemos leído acá, en varios autores anarquistas.
Los invitamos a leer este breve artículo, a discutir en torno a él y, por qué no, a estudiar a estos anónimos autores que llevaban en sí, siendo trabajadores y todo, el germen inquieto del conocimiento y la libertad.
«De las clases a las ideas», por Marqués de Cabinza.
La humanidad se compone de seres humanos heterogéneos entre sí, estando el concepto de la división en clases, sinceramente hablando, fuera de toda realidad. Y lo está, puesto que en lo mismo que llaman clases, existe también la heterogeneidad.
No hay hombre homogéneo, tanto en lo moral, físico o ideal, a otro hombre; pero sí concuerdan en aspiraciones. Cada hombre es un mundo propio y sería para mi difícil encontrar en todas sus manifestaciones un hombre homogéneo a otro.
Actualmente se dice que la humanidad está dividida en clases: clase baja, media, alta, etc., etc.; propiciando con más tenacidad la lucha de clases los residuos del régimen capitalista o sea los marxistas calumniadores.
No hay clases en la vida actual, y no la hay, porque la humanidad está dividida en esta forma; dominados y explotados por la una y, por la otra, dominadores y explotadores. Ahora bien; los capitalistas y dominadores, en tanto que viven de la explotación y dominación de otros hombres, se podría en hipótesis decir que forman una clase. Los dominados y explotados, en tanto que viven de un salario desde el peon hasta el futrecillo que viste traje de smoke, también en hipótesis se podría decir que forman la otra clase. Pero en realidad, ¿forman dos clases distintas y existe la lucha entre ellos?
Si en la llamada “clase alta” existe la concordancia, sería en la de dominar, pero en la otra ni siquiera existe la concordancia para librarse de la dominación.
Si los salariados formaran una clase no se podría conceptuar que son ellos mismos los que apuntalan la existencia de la otra; entre ellos existe una división más férrea que con los capitalistas, ya que unos pretenden la transformación del sistema actual para substituirlo por otra dictadura, otros desean continuar con esta vida y, por último hay otra que combate el sistema capitalista y toda incubación de autoritarismo que se pretende para el futuro.
No existen clases sociales, pero sí existen individuos dominados y dominadores; ni menos existe la lucha de clases, sino que un poquísimo número de hombres que desean librarse de la tiranía secular que nos agobia.
Propagando la lucha de clases se hace una lucha en el vacío y serviría únicamente para continuar perpetuando el capitalismo, puesto que se desarrolla el odio de unos hombres a otros y no se combate la causante de las injusticias.
Así los residuos marxistas propagan la lucha de clases, desarrollando un odio infame en los trabajadores hacia los capitalistas y hacia quienes son contrarios a sus ideas, aprontándose para llegar a la cúspide del poder y azotar vilmente las espaldas de los trabajadores como en la criminal Rusia de los Soviets.
Para la destrucción del capitalismo y del Estado no se llegará por esa vía, se llegará por la vía de las ideas conmoviendo los prejuicios que atormentan el espíritu del hombre.
Existe la lucha de ideas y no de clases, siendo dos ideas, sintetizadas en la libertad la una, y en la autoridad la otra, que se disputa el predominio desde remotísimas edades.
La autoridad, comprendida en ella a sindicalistas y marxistas, pretende que los hombres le otorguen su voluntad, para ella conquistar el bienestar de ellos mismos. El hombre, para la idea autoritaria, no tiene valor y debe de estar bajo su dependencia, lo mismo que en la actualidad el hombre está bajo la dependencia del Estado, lo mismo, repito, mientras dependa de un partido político cualquiera, será siempre dominado.
La libertad, comprendido aquí únicamente a los anarquistas, desea que el hombre dependa de él mismo, basándose en la afirmación del hombre. El hombre, para la idea libertaria, es todo y considera que cuando él sea libre existirá el bienestar colectivo. No hace distingos entre capitalistas y salariados, quiere que todos sean libres y tengan derecho al disfrute de todo en tanto de que son hombres.
La idea libertaria tiene valor, pues, al garantizar a todos su libertad, garantiza de hecho el libre desenvolvimiento de la humanidad e impide que los hombres estén forzados a ser esclavos de otros hombres.
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(*) Texto aparecido originalmente en el semanario El Sembrador, Año II, Iquique (Chile) sábado 12 de julio de 1924, n° 97.