En septiembre pasado, Frank Mintz, militante anarquista de la región parisiense conocido, entre otras cosas, por sus investigaciones sobre la autogestión durante la Guerra Civil Española, publicó un breve comentario acerca del libro «Geografía Social Austral, la dinámica del anarquismo en Patagonia y Tierra del Fuego», escrito por Maximiliano Astroza-León (miembro de nuestro grupo de estudios) y co-editado por LaMalatesta Editorial, la Editora de la Biblioteca Terra Livre y la Editorial Eleuterio, iniciativa de nuestro grupo.
El comentario apareció en el sitio web de la Fundación Pierre Besnard, iniciativa en la cual Frank Mintz participa activamente y que mantiene un sitio web con una variada y completa documentación histórica.
Cabe señalar que el comentario no es un resumen del libro ni tampoco una alusión explícita a él. Se trata, más bien, de las reflexiones que pueden surgir a partir de la lectura acerca de la dinámica del movimiento anarquista fueguino.
En fin, acá dejamos el comentario para quien se interese, recordando que mañana, viernes 30 de noviembre, será el lanzamiento del libro a las 19:00 hrs. en la sala A-102 de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Condell 343):
Breves lecturas de septiembre de 2012, por Frank Mintz
El carácter internacionalista no sólo es un anhelo de editores sino que se refleja en la aproximación del autor, geógrafo comprometido y libertario, que prescinde de la frontera artificial entre Chile y Argentina para abarcar la región y evocarla a través de citas de Eliseo Reclús y otros geógrafos.
Con razón Astroza-León señala varias veces el necesario apoyo mutuo, que evidenció Pedro Kropotkin, dadas las durísimas condiciones de vida que ya observaron los primeros viajeros europeos (en el sentido de que lo eran o tenían la cultura de este continente).
Los otros viajeros venían equipados de la prepotencia judeocristiana ilustrada a continuación. El cacique Orkeke era famoso por su hospitalidad, pero algunos escrupulosos oficiales del ejército argentino que acababan de conquistar lo que hoy es la pampa detuvieron a Orkeke en 1883 y lo llevaron preso con su familia a Buenos Aires. Allí se dieron cuenta del error y murió Orkeke y parte de sus familiares (por enfermedades contra las que no tenían anticuerpos). Su esqueleto estuvo expuesto en el museo de La Plata, de 1885 a 2009, durante 124 años. Se imitaba la tradición “científica” de los museos de Alemania, Francia, etc.
El genocidio judeocristiano fue mucho más eficaz que el leninismo soviético porque si encarceló a decenas de millones de supuestos enemigos del pueblo, y a menudo con sus familiares, nunca se exhibieron los cadáveres de los “narodni vragui [enemigos del pueblo, una capa social de parias del socialismo real]” en los museos.
Y quizás habría sido conveniente señalar cómo la política argentino-chilena fue equivalente, un calco recíproco, para exterminar a los aborígenes a fines del siglo XIX. La dictadura militar de 1976-1983 así obró contra Chile e Inglaterra con una parte de Patagonia (supuesto yacimiento estratégico) y las Malvinas. Y los sucesivos presidentes Kirchner se valen de las Malvinas cuando sus planes chapuceros para el país están gastados.
En el periodo estudiado 1910-1920, había un vaivén constante de mano de obra de cada lado de la frontera. Y en ambos lados, hubo rebeliones contra la explotación social.
Creo que es preciso recalcar una deformación que no impusieron en la cabeza los partidarios de las jerarquías y planas mayores –capitalistas, militares, religiosos y leninistas-, inseparable de la pareja ganadores y perdedores[1]. Habría coyunturas, periodos favorables y otros no.
La hambruna y la rebeldía nunca entendieron de esas finuras: Espartaco, los cátaros y albigenses, los campesinos alemanes del siglo XVI e incluso el proletariado urbano y rural ruso en febrero de 1917, todos arremetieron contra sus explotadores sin esperar a que se formara un gran partido proletario con centenas de valientes diputados, acompañados por los simpáticos parlamentarios verdes, espoleados por los futuros elegidos de los “indignados”.
Y cuando tuvimos no sólo cientos de diputados aupados por las masas obreras, sino el primer ministro socialista en la Alemania de los 1920, sino el partido comunista en el poder, con Vladimiro Ilich Lenin, sus fieles compañeros David Bronstein Trotski y Yosif
Dzhugashvili Stalin, y luego los proletarísimos Stalin, Kruchev (Jruchiov), etc., sí que el momento era favorabilísimo para la expansión revolucionaria en todos los dominios.
Y nunca tronó más fuerte la ametralladora represiva, la arrogancia del policía de cualquier calaña, el hostigamiento, el espionaje dentro de las propias familias operarias, hasta el punto de que las masas ansiaban el capitalismo y de que las propias cúpulas marxistas-leninistas se percataron de que el enemigo contra quien luchaban era su gemelo, su propio ideal ya en marcha y más eficiente para formatear, anonadar los temperamentos rebeldes. De ahí la supuesta caída del Muro de Berlín, que era el resultados de acuerdos previos entre capitalistas patentados y capitalistas leninistas que se estaban reciclando.
La insurrección social, Las revoluciones no se improvisan. No las hacen arbitrariamente ni los individuos ni aun las poderosas asociaciones. Independientemente de toda voluntad y de toda conspiración, son llevadas siempre por la fuerza de los acontecimientos. Se las puede prever, algunas veces presentir su aproximación pero jamás acelerar la explosión[2].
Si tomamos eventos recientes (los 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina) (intento de suicidio de desempleado y diplomado, Mohamed Bouazizi (26 años), el 17 de diciembre de 2010 y deceso el 4 de enero de 2011 en Túnez), ¿quiénes podían imaginar centenas de miles de manifestantes en las calles y los seísmos sociales? Se produjo la chispa tantas veces buscada, preparada, ansiada, en épocas recientes[3], pero siempre insuficiente.
Por eso, cada rebeldía se debe respetar y leer con respeto.
El final del libro evoca la insurrección de enero de 1911 en Puerto Natales, empezando con una inscripción en la tumba de los obreros asesinados “…sucumbieron en la acción por la idea y el pensamiento libre…Pensamiento y acción en la divisa” (p. 80). Un evento que se merecía más páginas, pero devolver el eco de la violencia criminal de la patronal y de las fuerzas represivas, con la digna reacción proletaria de dominar la ciudad y quemar parte de una empresa, sin diezmar a los burgueses, ya es una labor apreciable.
[1] La vida es un tablero y vencen los vivos que tengan la mejor táctica, sacrificando peones de ser necesario (poco importa si son seres humanos o regiones pobladas). Por supuesto, los hijos de tales ganadores heredan las cualidades del genitor o de los genitores. En el pasado eran hijos de papas, reyes y generales, más cerca de nosotros los compañeros del líder revolucionario (Lenin, Ata Turco, Mussolini, etc.) y el socialismo científico norcoreano ya restableció la práctica medieval de la transmisión del poder del Jefe al hijo y luego al nieto del Jefe.
[2] “Política de la Internacional”, 1869, en Bakunin Crítica y Acción, pp. 24, 69, 100.
[3] Bakunin, como tantos otros pensadores y militantes todavía hoy, cayó en el profundo error de la acumulación de la experiencia de las luchas: Es verdad que las crueles experiencias por las que fueron condenadas a pasar no fueron todas perdidas para las masas. Esas experiencias crearon en su seno una suerte de conciencia histórica y de ciencia tradicional y práctica, que les sirve muchas veces de ciencia teórica. Por ejemplo, uno puede estar seguro hoy día de que ningún pueblo de Europa occidental se dejará enredar ni por un charlatán religioso o mesiánico, ni por ningún hipócrita político [Ídem, pp. 34-35].
Fuente: http://www.fondation-besnard.org/article.php3?id_article=1675