Rebeldía y Libertad. Sobre J. D. Gómez Rojas

Por Maximiliano Astroza-León

· Introducción.

“Era un sembrador de sueños”.

Antonio Acevedo Hernández.

¿Por donde comenzar? Tal vez sea necesario definir este trabajo. En primer lugar, decir que esta investigación se ha construido como una tarea propiamente historiográfica sería un error, tal como si la denomináramos investigación literaria. Será, desde mi punto, un intento de acercamiento y descubrimiento personal, un camino a recorrer junto a un poeta; de las ideas, mentalidades y alcances sociales de lo que pretendía la juventud, por allá, en los inicios del siglo XX. De allí que sea una contribución de alguien que pretende ser escritor sin serlo e historiador a veces.

¿Un ensayo, se dirá? Una cosa es cierta: no intentaremos probar ni elaborar doctrina alguna. Sin caer en la sensiblería vacía, nuestras premisas se sustentan sobre concepciones personales, que ustedes podrán compartir o no, y que podrán objetar o defender según les plazca. Será entonces una aproximación a un hombre, a un personaje y su obra literaria, con la esperanza de comprender las motivaciones de una juventud radical, de compromisos, expresiva y talentosa, que buscaba nuevos caminos para dar a conocer pensamientos que bullían en las conversaciones y tertulias, en los Ateneos y Centros de Estudios Sociales, en las Organizaciones obreras, Sociedades en Resistencia y la Federación de Estudiantes, una sociedad que comienza a propugnar la Redención Social como una tarea a cumplir. A esta juventud que sueña y que lo demuestra mediante sus acciones comprometidas con los más pobres, con la Justicia -esa que está por sobre las leyes, e incluso, contra las leyes-  y con la cultura popular, la invocamos, ¡reivindicándola!.

En estos tiempos, donde los grupos juveniles intentan -como siempre lo han hecho y creemos firmemente, lo van a seguir haciendo- crear su espacio en medio de la  frustración y la desesperanza, el egoísmo y la amargura de una sociedad cruel, nos volvemos hacia estas vidas que, en medio del vendaval que supuso el año 1920, construyeron, como diría Gandulfo, valuarte de esa “Generación”,  al menos una verdad: No se pude amar sin odiar; para amar la bondad y la verdad hay que odiar la maldad y la mentira: somos hombres.

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En segundo lugar, intentar un esbozo a una obra artística cualquiera sea ésta, o más aún, poética, no es nada fácil, menos todavía el dedicar algunas palabras a José Domingo Gómez Rojas, a sus Rebeldías Líricas y sus Elegías -entre otras-, un tanto desconocidas incluso para quienes han decidido hacer de la literatura su vida y trabajo, su alimento y pasión. Este autor y su obra, que influyeron notablemente en poetas, escritores y la sociedad en general durante la segunda década del siglo XX debido a su potencia poética, se han mantenido en las sombras, a pesar de que Gómez Rojas se constituyó en pilar fundamental para el desarrollo de una generación literaria marcada por las preocupaciones sociales y políticas, tal vez, una de las más trascendentes de este país. Como decimos, nada fácil, y sin embargo lo intentaremos.

Ahora bien, unas preguntas para comenzar: ¿quién fue José Domingo Gómez Rojas? ¿Alguien todavía recuerda a este muchacho delgado y moreno que llamaron El Cristo de los Poetas y que deslumbró con sus líricas a la juventud hasta su muerte, acaecida de forma infame en el año 1920?

· Capítulo I. La persona y el personaje.

“Había escrito: ‘La Tierra misma lentamente muere con los astros

lejanos. ¡Miserere!’, pero el no quería morir, quería vivir y vivía

y trabajaba para que, antes de que la Tierra desapareciese,

viviera un día sobre ella una civilización, posiblemente la última,

basada en el amor y en el trabajo; era un sueño, pero él había sido

un poeta y soñaba”.

Manuel Rojas en La oscura vida radiante.

1. Primera aproximación

Por cosa fortuita, tal vez, saltó su nombre nuevamente a nuestra memoria por un hecho y sus implicancias estéticas y arquitectónicas principalmente -digámoslo tal cual. Esta ‘plaza’, más bien que ‘parque’, donde instalarían un super-mega-hiper Papa se llamaba ¡oh, sorpresa! José Domingo Gómez Rojas. Fue entonces que, por una semana, diarios, radios y televisión, repitieron aquel nombre sin saber a ciencia cierta quien era y el porqué, a veces, la vida se vuelve tan irónica como si no le bastara ya con el olvido. (Seguir leyendo)