En 1937, Henri Cartier-Bresson, junto a su amigo Herbert Kline, filman donde nadie más había pensado en filmar: no van a la primera línea de fuego, no están «en el frente», sino que, en cambio, van a los hospitales a documentar cómo se trataba a los heridos, de qué modo transitaban desde la trincheras hasta el pabellón, para reconocer, con ello, el enorme agradecimiento que el pueblo español tenía con los doctores y milicianos que luchaban contra el avance del fascismo.
Este gesto hace que este documental sea crudo y hermoso a la vez: sin resquemor, se muestra cómo cae herido un miliciano en las trincheras, es vendado allí mismo y trasladado al hospital, donde le curan su herida de bala, para luego colocar puntos sobre ella. Así, dentro del hospital, se ve cómo varios milicianos han perdido sus extremidades y cómo particularmente uno de ellos se está acostumbrando a utilizar prótesis en sus dos piernas. Sin embargo, los esfuerzos de los doctores y de las enfermeras por curar a quienes caían luchando contra los nacionales, hace que el pueblo festeje el nacimiento del hospital y agradezcan la dedicación de los doctores y milicianos.
Por esta razón, nos parce que el momento más representante y hermoso de este documental es cuando el narrador dice «Niños de España: tan amenazados, tan llenos de vida» para mostrar el instante en que las enfermeras realizan un pequeño pero noble gesto: servir chocolate caliente a los niños que, a causa de la guerra, no habían podido disfrutar en las fiestas a las que solían asistir.
Y es que, justamente, el título de este documental se refiere a esta paradoja: «La victoria de la vida» durante la guerra civil ¿Cómo será posible? Sin duda, el fotógrafo libertario Cartier-Bresson debió haber pensado en la conocida frase que José Millán-Astray, aquel militar que fue icono del franquismo, exclamó irritado ante las palabras Miguel de Unamuno: «Muera la intelectualidad traidora, Viva la muerte». Viva la muerte: ése era el lema del ejército de Franco, del fascismo en España y el mundo. Y ésta es también la diferencia con aquellos que hacían la revolución social en las ciudades y comarcas que habían resistido al levantamiento del ejército y sus aliados, que si defendían algo en las trincheras, era la vida y la libertad.
De esto, a final de cuentas, nos habla este hermoso documental con el que terminamos este pequeño homenaje:
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