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Esta investigación fue escrita en julio de 2011, cuando el grupo de estudios organizó una jornada en torno a los 75 años de la Revolución Social de España.
Introducción
Estudiar al anarquismo observando los hechos acaecidos en España a contar de 1931, particularmente entre 1936 y 1939, en un contexto de aprendizaje, crecimiento del movimiento, guerra y revolución social, nos significa plantearnos el problema del significado del anarquismo en general, de sus propuestas teóricas y de sus experiencias y prácticas; sin embargo, un trabajo de este tipo implicaría un esfuerzo muy superior a las capacidades que poseemos como individuos, por esta razón nos hemos propuesto colocar énfasis en un aspecto, adentrándonos en sus particularidades, ya de gestión, ya de experiencia: las “colectividades campesinas”. Éstas serán, según Agustín Souchy, parte valiosísima de los aportes de la revolución social en España al mundo y al pensamiento anarquista. Por esto, nos preguntamos:
¿Qué fue la colectivización agraria en las regiones emancipadas y en qué zonas se extendió?
¿Cómo funcionaban y qué objetivos perseguían?
¿Qué significó la experiencia colectivista para la Revolución Social en España y cuál fue su importancia para las economías regionales?
¿Es posible entender la colectivización como un proceso de revolución anarquista en la construcción geográfica del espacio?
Bajo estos cuestionamientos perseguimos aproximarnos a una definición del concepto y práctica de “colectividad campesina”, en el marco de los relatos libertarios de José Peirats en el texto Los Anarquistas en la crisis política española (1869 – 1939)[1] y de Agustín Souchy Bauer en los libros Entre los campesinos de Aragón: el comunismo libertario en las comarcas liberadas y Las colectividades en España. De espacial importancia nos será “Entre los campesinos…”, pues Souchy lo compone sobre sus crónicas de la región liberada merced a sus viajes entre los años 1936 y 1937, permitiéndonos comprender la forma de autogestión agropecuaria al situarla desde un punto de vista geoeconómico libertario.
Las colectividades
José Peirats introduce el tema de la importancia de la emancipación campesina en los siguientes términos: “Para tener una idea exacta de lo que fue la revolución del 19 de julio en el campo español hay que plantearse el problema de su agricultura en sus aspectos fundamentales: geográfico, histórico, económico, político y social” (p. 143), completando la idea con la siguiente afirmación: “España es un país eminentemente campesino” (p. 143). Desde este punto de partida, debemos reflexionar sobre el entrecruzamiento de los aspectos colectivistas, autogestionados y libertarios en el campo español, apuntando al tiempo a su complejidad, rescatando la riqueza de las experiencias y el replanteo teórico que produjo en el ámbito geoeconómico.
La colectivización agraria en las regiones liberadas
La colectivización del campo aragonés debe entenderse como la puesta en común de las tierras agroganaderas en favor de la producción y del consumo de la comunidad asociada en la “colectividad” en tanto organización socio-económica y, paralelamente, en beneficio de las otras colectividades, regionales o federales, mediante autodeterminadas formas de intercambio. La colectivización del factor productivo “tierra” tendrá asociado a él la comunalización y puesta en común de todos los elementos necesarios para el trabajo agrícola, incluso para aquéllos campesinos que han optado por el trabajo individual de las tierras, limitando la propiedad individual a la estrecha relación económica entre la capacidad productiva de los brazos de que dispone como individualidad o familia y la extensión territorial, en otras palabras, “la Tierra para el que la trabaja”, pues no se permite la explotación, dependencia o régimen de salario de los trabajadores en tareas agrícolas.
La colectivización agraria de signo anarquista, se fundamenta en las relaciones sociales de apoyo mutuo, con miras a la máxima eficiencia de un mínimo de factores y elementos productivos, es decir, hacer intensivo y mucho más efectivo el trabajo merced al uso de un sistema de escala creciente: a mayor capacidad de producción de la colectividad gracias al mayor número de brazos y horas de trabajo disponible, mayor será la producción y más elevada la posibilidad de la diversidad en el consumo y bienestar de la colectividad. Para el mejor razonamiento de las necesidades de elementos de trabajo, se realizan estudios estadísticos y geográficos de los recursos naturales disponibles de las zonas, de los posibles elementos a producir y exportar, el detalle de los riesgos agroganaderos y la rentabilidad de los suelos, según sus tipos y características locales y regionales, distribuyendo en base a esto, los metas de producción.
La colectividad y la colectivización anarquista velan por el armónico desarrollo del ser humano en el ambiente que habita, aprovechando los recursos naturales sin introducir innecesariamente el peligro de degradación ambiental, por ejemplo, la erosión de los suelos, la deforestación, la desecación mediante el acaparamiento, obstrucción o desvío de los cursos de agua -fundamentales en las labores del campo-, etc.
Las experiencias autogestio-narias en el mundo rural comenzaron a desarrollarse, según nos cuenta un entrevistado en el film “¡Ni peones, ni patrones!”, desde comienzos de los años ‘30, acentuándose algunas características con la llegada de la república española y, sobre todo, en los tiempos de la Revolución Social en las regiones de Cataluña y Aragón, pudiendo concluirse sin muchos desaciertos, que las posibilidades de colectivización y experiencias de autogestión rural, se llevaron a cabo en aquellas regiones donde había una mayor presencia de elementos anarquistas asociados a la Confederación Nacional del Trabajo (C. N. T.) e impulsados por la propaganda y educación libertaria desarrollada por la Federación Anarquista Ibérica (F. A. I.). A estas organizaciones se pueden añadir otras como la Unión General de Trabajadores (U. G. T.) de signo marxista, cuyos afiliados se sumaron a la colectivización en ciertas localidades.
Siguiendo la cartografía referente a las colectivizaciones, se nos indica que estas tuvieron una existencia concreta en toda su expresión, incluso por sobre la propuesta de “socialización”. En términos concretos, esta última significaba transformar los grandes latifundios en redes de pequeñas propiedades agrícolas o colectividades en manos del Estado, manteniendo el individualismo agrario, la propiedad privada o la propiedad estatal, en paralelo a la socialización de las herramientas de trabajo, del todo diferente a lo que hemos denominado colectivización: la comunidad trabajando la tierra según sus necesidades e interrelación con las demás, sin pasar a llevar las libertades sociales ni la producción económica de unas y otras.
Las colectividades agrarias: funcionamiento y objetivos
Según cuenta un campesino, durante el periodo de la movilización producto de la guerra, la “colectividad producía y la cooperativa administraba, y hacía el intercambio con otras cooperativas y colectividades de Barcelona, de Lérida, en fin, estando en contacto con otros compañeros que procedían de la Confederación Nacional del Trabajo”[2], “intercambiábamos trigo, patatas, carne, azúcar que teníamos mucha,…”. Este testimonio, como otros tantos, nos sirve para darnos cuenta que las colectividades funcionaban aún en el contexto de la guerra, y que en algunas comarcas la moneda fue abolida o reemplazada por vales o bonos hechos de cartón, reafirmando una economía solidaria y sustentada en el valor concreto de las cosas.
Referente al modo de administración, este se encontrará en base a cooperativas asociadas a las colectividades. Las cooperativas, entre sus tareas, tenían la de ser organizaciones con funciones logísticas, económicas y de intercambio, siendo su modo de funcionamiento el asambleario, al igual que el de las colectividades.
El significado de la experiencia colectivista para la Revolución Social en España y su importancia para las economías regionales
Un de los significados de las colectividades está en la posibilidad de llevar a la práctica las ideas de libertad y apoyo mutuo, en base y en relación a tipos de organización socio-económica colectivista y cooperativa. Así mismo, las economías regionales se vieron afectadas positivamente, pues en determinados momentos, e insistimos, a pesar de la guerra, la revolución social rural logró racional y deliberativamente determinar las mejores relaciones de producción sustentadas en el análisis y conocimiento del espacio geográfico, aumentando en determinados casos el consumo, instaurando nuevas experiencias agrícolas, promoviendo un tipo de comercio regional y/o exterior entre las colectividades de signo solidario.
La colectivización como un proceso de revolución anarquista en la construcción geográfica del espacio
Una evaluación de las colectividades agrarias en tanto experiencias del anarquismo en la España revolucionaria, implica plantear un problema no menos importante y trascendental para el estudio de este tipo de organización socio-económica, como para la economía y la geografía anarquista: la posibilidad de revolucionar, al instante que las instituciones y elementos político-sociales de la sociedad capitalista, la forma de ocupar y usar el espacio geográfico. Frente a la centralización impuesta por los Estados en perspectiva geopolítica, incluso de aquellos Estados que se autodenominan “federales”, las colectivizaciones agrarias valoraron la relación ser humano-medio ambiente de tal forma que las estructuras espaciales de ubicación de zonas de producción agrícola, de uso de aguas y suelo para viviendas y producción, horarios de trabajo y más, fueron transformados bajo la lógica de la solidaridad, cuidando del medio ambiente a la vez que maximizando los beneficios extraídos de los recursos naturales, es decir, una mirada ecológica humana y natural que se desarrolló al interior de las colectividades.
La Tierra y el Ser Humano en el análisis de Agustín Souchy Bauer
Agustín Souchy, en el texto “Entre los campesinos de Aragón…”,presenta un gran desafío: si la profunda verdad de la revolución social campesina llevada a cabo en Aragón es poco conocida en España y aún menos en el extranjero, es un deber moral y político estudiar, analizar y promover los alcances de esta para las actuales y futuras generaciones en tanto aprendizaje y experiencia. Hacia este objetivo nos lleva la crónica que recorre las comarcas de Alcañiz, Calanda, Alcoriza, Más de las Matas, Oliete, Muniesa, Azuara, Valderrobles, Beceite, Calaceite, Mazaleón, Albalate de Cinca, Grañén, Basbastro, Binéfar, Monzón, Acampel.
Un segundo punto es la partida del proceso de colectivización como el final del proceso de reforma agraria pedido desde 1931, el fin de una época y el inicio de otra. No es posible asimilar los procesos de colectivización campesina, cuyos fundamentos están en las expropiaciones de las tierras por parte de las asambleas generales de los pueblos a la minúscula reforma agraria llevada a cabo por la República, sustentada en las expropiaciones de unos muy pocos terratenientes y de ciertas propiedades de la Iglesia Católica. Los datos señalan una realidad: en el corto tiempo de existencia de las regiones libertarias fueron trabajadas -por los antiguos pequeños propietarios, medieros o jornaleros- una cantidad de tierras medidas en hectáreas mucho mayor que las entregadas en el periodo anterior.
Tercer punto: la colectivización se da en el contexto nacional de la Guerra. “Inmediatamente después del 19 de julio se produjeron colisiones en diversos pueblos de Aragón entre los campesinos y los fascistas” (p. 5), por lo tanto, el avance de las milicias antifascistas primero y luego la victoria del sector reaccionario determinará la negativa suerte de las colectividades y cooperativas: la vuelta a un sistema de propiedad individual en manos de terratenientes e Iglesia Católica.
Conclusiones
Debemos tener presente que aquí sólo hemos expresado unas muy, pero muy pocas ideas sobre lo que se dio en llamar la colectivización del campo español. Si tenemos presente que sin ella, tanto el agricultor como la Revolución Social habrían perdido mucho de su valor, por lo que estudiarlas y comprender sus procesos internos y externos, evoluciones y revoluciones –más allá o más acá de los “puntos de pártida” propuestos- es una tarea de importancia. Pensando en que muchas de las economías regionales de América Latina se sustentan en la producción agrícola y, en uno que otro caso, en la agroindustrial, las colectividades pueden constituir una luminosa guía en el camino de la Revolución Social, pues según estimamos, el anarquismo sobrepasa lo materialmente dialéctico e inevitablemente histórico, siendo éticamente humano; natural y geográficamente realizable.
Anexos
Anexo 1: Listado de colectividades presentes en el Congreso de Colectividades de Aragón, mediados de febrero de 1937. Datos presentados por Diego Abad de Santillán en el libro: “Por qué perdimos la guerra”.
Comarcas |
N° de Colectividades |
N° de Afiliados |
Alcañiz |
6 pueblos |
596 |
Alcoriza |
13 |
10.000 |
Albacete de Cinca |
16 |
4.068 |
Angües |
36 |
6.201 |
Caspe |
5 |
2.197 |
Ejulve |
8 |
3.807 |
Escucha |
6 |
400 (la mayor es Utrilla) |
Grañen |
12 |
Sin cifras |
Lecera |
9 |
2.045 |
Monzón |
35 |
3.400 (la mayor es Binefar) |
Sastago |
4 |
478 |
Puebla de Hijar |
9 |
7.146 |
Pina de Ebro |
6 |
2.924 |
Torrente |
3 |
Sin cifras |
Valderrobres |
18 |
11.449 |
Mas de las Matas |
14 |
7.930 |
Mora de Rubielos |
21 |
3782 |
Ainsa |
Sin cifras |
Sin cifras |
Alfambra |
6 |
502 |
Berrabarre |
6 |
470 |
Barbastro |
31 |
7.983 |
Pancrudo |
4 |
215 |
Estuvieron representadas en el Congreso de Caspe 275 colectividades, correspondientes a 23 comarcas de Aragón, con un total de 141.430 afiliados.
***
Anexo 2: En el Congreso de Caspe se llama a la formación de una Federación Regional de Colectividades para “coordinar la potencialidad económica de la región y dar cauce solidario a las colectividades en las normas autonómicas y federativas que nos orientan”[3].
Según lo anterior, se determina:
“I° Procede ir con toda urgencia a la creación de campos experimentales en todas las colectividades de Aragón para, con ellos, poder efectuar los estudios que se crean necesarios para intentar nuevos cultivos y obtener así una mejores rendimientos e intensificar la agricultura en toda la región. Al propio tiempo debe destinarse una parcela, aunque sea pequeña, para el estudio de los árboles que más pueden producir y mejor se aclimaten al suelo de cada localidad.
“2° Debe irse a la creación de campos de producción de semillas, para ello puede Aragón dividirse en tres grandes zonas y en cada una de ellas instalar grandes campos para producir las semillas que son necesarias en cada zona, y al propio tiempo, producir para otras colectividades aunque no pertenezcan a la mima zona. Tomemos, por ejemplo, el cultivo de la patata: debe producirse la semilla de esta planta en la zona de más altitud de Aragón, para luego ser explotada por las colectividades de las otras zonas, ya que esta planta, en la parte alta, no es atacada por las enfermedades que le son características si la producimos y cultivamos siempre en la parte de poca altura, o sea, en el terreno húmedo y cálido.
“En tres zonas procederán al intercambio de las semillas que las necesidades aconsejen a cada caso, según los resultados de estos estudios que se realicen en los campos experimentales, pues estos debe estar en armonía unos con otros e intervenidos al propio tiempo por técnicos agrónomos para estudiar y hacer todas las pruebas que se crean de provecho y necesidad…”[4]
Bibliografía
ABAD DE SANTILLÁN, DIEGO. Por qué perdimos la guerra. Buenos Aires, Argentina, 1940.
PEIRATS, JOSÉ. Los Anarquistas en la crisis política española (1869 – 1939). Colección Utopía Libertaria. 1era. Edición. Buenos Aires, Argentina, 2006.
SOUCHY BAUER, AGUSTÍN. Entre los campesinos de Aragón. El comunismo libertario en las comarcas liberadas. Editorial Tierra del Sur. 2da. Edición. Buenos Aires, Argentina, 2007.
SOUCHY BAUER, AGUSTÍN & FOLGARE, P. Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolución española. Ediciones Pluma de Indio. Imprenta Impressors Socials. Cataluña, España, 2007.
[1] PEIRATS, JOSÉ. Los Anarquistas en la crisis política española (!869 – 1939). Colección Utopía Libertaria. 1era. edición. Buenos Aires, Argentina, 2006.
[2] “¡Ni peones, ni patrones!”. minuto 13.40 – 14.05.
[3] ABAD DE SANTILLÁN, DIEGO. Por que perdimos la guerra. P. 93 – 94.
[4] IBID. P. 94 – 95.