Homenaje: «Fernández Vial Campeón» (y un artículo de Nibaldo Mosciatti)

El estadio temblaba gritando “Urras” por el “Vial”, y a la vez se maldecía la Dictadura.

Hoy, para muchas y muchos de nosotros, no ha sido un día como otros… por fin, después de tantos años esperando, el Club Deportivo Ferroviario Arturo Fernández Vial ha conquistado, con férrea lucha deportiva, el Bicampeonato de Tercera División del Fútbol Chileno, con lo cual, además, se hace acreedor del ascenso a la Segunda División Profesional. Pero esta historia no comienza hoy, ni hace unos años o incluso décadas… empezó hace 110 años, ¡o más!

VialEn estos días, cuando el deporte de once contra once es puesto en tela de juicio por quienes creemos que el Mundial en Brasil no es más que un gran negociado, y por otra parte, que el fútbol no es necesariamente “alienante”, como proponían grandes intelectuales de la izquierda, sino una forma de diversión, de compañerismo, de enfrentar la vida solidariamente (“pues el fútbol es un juego socialista”), volvemos a recordar a equipos como el querido “Fernández Vial”, el “Inmortal”, fundado por obreros sindicalistas (1897) con el nombre de Internacional (pues según cuentan cualquier persona podía ser socio, sin importar su nacionalidad). Desde entonces, este club estuvo ligado a la contingencia social, política y deportiva. Cuando los compañeros sindicalistas de Valparaíso fueron a la huelga, logrando su victoria gracias a la cooperación del Almirante de la Armada Arturo Fernández Vial, el “Internacional” pasó a llamarse “Fernández Vial” en homenaje al único marino chileno que fundó escuelas para obreros, ligas anti-alcoholismo, promovió playas nudistas, y que para más remate, era asiduo a las casas anarquistas, como la Colonia Tolstoyana de San Bernardo.

Y la barra vialina, junto al equipo, promovió la cultura solidaria y libertaria. Así es como durante la Dictadura en Chile, en las gradas del estadio se escuchaban gritos en contra de Pinochet (como también lo hizo la hinchada del club deportivo Universidad de Chile en su momento). Tanto así, que algunos cuentan que el estadio vibraba… que llegaba a temblar de tanto salto y de tanto grito en contra de los milicos asesinos, de que en cada partido, las fuerzas especiales de la policía debía rodear a la hinchada a lo que ésta contestaba con un “El Vial Unido, Jamás Será Vencido”. Otros recuerdan haber visto una que otra bandera negra, de esas que los sindicalistas libertarios enarbolaban en sus reuniones, mientras otros, al ritmo de los cánticos, bebían un buen vino para calentar el cuerpo y las palabras.

Arturo Fernández Vial y el club, 1910.

Arturo Fernández Vial y el club, 1910.

El “Vial”, “El Inmortal”, todavía sigue presente. Y no ha sido fácil. Mientras algunos quisieron dividir al club, la barra se quedó apoyando en las gradas y en la calle a sus jugadores, esperando ganar los partidos que le dieran acceso al ascenso, como debía ser. Porque recordemos: el fútbol en Chile, como en otros tantos rincones del planeta, se ha convertido en un mercado, en transacciones multimillonarias, en intereses de clase rica. Pero a pesar de todo, quedan, resisten y pueblan las canchas los jugadores, niños, hombres y cada día más mujeres, que están dispuestos a participar de una aventura por el simple hecho de disfrutarla, de dar al espíritu pasión, esa pasión demostrada en cantos y algarabía, en mojar la camiseta.

Y el caso del “Vialito” no es único, menos mal. Pero es destacable que en las marchas de los estudiantes contra el lucro, las camisetas vialinas estuvieron presentes. Porque somos obreros, y su hinchada, a pesar de los problemas y obstáculos, canta alegremente cuando gana, y mucho más fuerte cuando pierde. Por eso, luego de más de un siglo de historia, el Aurinegro sigue en pie, en la lucha… social y deportiva.

Y hoy, al menos, nos toca soñar.

Para saber quién era el Almirante “Desombrerado”, los y las invitamos a leer el artículo «Mi héroe, el contraalmirante», del periodista  Nibaldo Mosciatti. Este texto lo extrajimos del sitio web «El Vial Unido», donde apareció en la serie de relatos «aurinegros»:

MI HÉROE, EL CONTRAALMIRANTE, por  Nibaldo Mosciatti.

Como todos los 21 de mayo esperé -sin grandes esperanzas, pero esperé- alguna mención a mi héroe de Iquique. Presiento que esto de la espera estéril se convertirá en una tradición perpetua, pero aprovecho cualquier intersticio para hacer florecer a mi héroe: el contraalmirante Arturo Fernández Vial, uno de los cuatro guardiamarinas de la Esmeralda (los otros eran Arturo Wilson, Vicente Zegers y Ernesto Riquelme) y sobreviviente del Combate Naval de Iquique.
Siento cariño por Fernández Vial porque es un ser de otros tiempos (nació el 15 de marzo de 1858, murió en noviembre de 1931). Partamos señalando que llegó  a contraalmirante de nuestra Armada y era anarquista. Libertario, de esos del culto al cuerpo, la vida sana, la instrucción a los trabajadores y el combate contra el alcoholismo (porque era el principal flagelo de la clase trabajadora).
Fue, don Arturo, un asiduo visitante de la colonia tolstoyana instalada en San Bernardo por Augusto ‘Halmar, Julio Ortiz de Zárate y Fernando Santiván. Allí acudían los pintores Pablo Burchard, José Backhaus y Rafael Valdés, entre otros. También Carlos Pezoa Véliz, Manuel Magallanes Moure, Carlos Mondaca  y Baldomero Lillo. Comienzos del siglo XX. Largas conversaciones. Mirada crítica sobre el mundo.
Revolucionarios románticos que nunca soñaron con el asalto armado al poder. Una vez a un oficial de la Armada le manifesté mi interés por el personaje. ¿Fernández Vial? -me dijo-; ese era un viejo muy llevado por sus ideas.
Tal vez por eso se le recuerda poco. Por sus ideas. Gabriela Mistral lo retrató en una crónica. Lo llamaban «El Desombrerado», porque no le gustaba llevar la gorra de marino y, cosa notable, era partidario de la existencia de playas nudistas en nuestro país. El Porvenir de Chile no lo querría.
El ex comandante en jefe de la Armada, Martínez Bush -presumo-, tampoco. Luego del retiro (julio de 1916), fundó 14 escuelas nocturnas para obreros y varias sociedades de temperancia en la capital. Supongo lo que debe haber  sido para la sociedad encopetada de entonces ver a su héroe de Iquique fundando escuelas proletarias (me imagino lo que sería hoy, y por eso sospecho  del silencio en torno a su nombre).
En tiempos en que tantos se califican de «liberales», es oportuno advertir que el término no debe confundirse con «libertario». Arturo Fernández Vial  era un libertario. Por lo que sé, los actuales liberales sienten horror por la pobreza, pero nunca al grado de fundar escuelas nocturnas para obreros  (y sin siquiera haber sido héroes de batalla alguna).