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Continuamos con nuestro dossier de Rudolf Rocker. El tercer artículo que presentamos lleva por título “Mi encuentro con Max Nettlau”, aparecido originalmente en el libro“En la borrasca (Años de exilio)” (Buenos Aires : Editorial Tupac, 1949), de Rudolf Rocker.
El escritor francés Marcel Schwob, en su libro “Vidas imaginarias”, nos dice que las ideas de los grandes hombres son patrimonio común de la humanidad, pero que lo único que cada uno de ellos poseyó realmente fueron sus rarezas. Cuando Rudolf Rocker realiza la tarea de describir, lo hace mirando la labor, las ideas y al individuo mismo, dándonos aquella imagen que Schwob reclama, evitando también que la ciencia de la historia nos sume en la incertidumbre acerca de los individuos, como comenta el mismo escritor francés. Sin embargo, Rocker, en su labor como historiador, de cierta manera nos entrega muchas de estas extrañezas particulares y desconocidas, entremezclada con esa vida más notoria, sus ideas, sus pensamientos. Este rasgo, sin duda, lo adquirió gracias a Max Nettlau, tal como podemos leer en este escrito.
No hay duda que Max Nettlau fue un gran hombre, y también un gran difusor de la cultura anarquista. Siendo muy joven, a los 23 años, realiza su doctorado en filología con una tesis sobre la gramática de los idiomas celtas, y en sus trabajos posteriores terminó estudiando al anarquismo y, sobre todo, la vida y la militancia de Bakunin, llegando a formar una obra monumental. Algo que para él mismo resultaba totalmente irónico, debido a su tendencia de preocuparle las cosas “impopulares”. Pese a eso, su labor fue magistral, su seriedad, rigurosidad y constancia es ejemplo a seguir. No por nada, Rocker lo llamará el Heródoto de la anarquía, recordando al padre de la historia, y reconozca que él mismo lo haya incitado a su actividad literaria.
Max Nettlau, última fotografía.
Pero pocos se imaginan a Nettlau como un hombre tímido y algo retraído. A lo más, deben verlo como un orador poderoso e imponente, como podría proyectar su gran envergadura. Resulta bastante grafico cuando, en el marco del congreso de la C.N.T, al cual había asistido de oyente, sin que él supiera, es llamado a decir algunas palabras al público presente, pero que luego de articular, literalmente, tres palabras, abandona velozmente para desaparecer entre el publico.
Fue, como nos comenta Rocker, un enemigo de todos los dogmas y de todas las trabas que obstaculizan el pensamiento independiente. Reacio a aceptar las interpretaciones históricas forzosas y convenientes. El mismo Nettlau afirma que una iniciativa nueva vale mucho más que un sinfín de teorías que ya no sirven de nada, y que recurrir a estas ideas viejas, sólo son síntoma de la pereza de pensamiento. Es más, se declaraba anarquista, pero de ninguna escuela, y era bastante lucido al comprender que los sistemas económicos debían ser probados, necesariamente, en la realidad, ya que las ideas preconcebidas suelen chocar con resistencias insospechadas.
Nettlau, por un lado, sin duda alguna, fue un propagador del anarquismo que no llegó a militar en grandes organizaciones ni participar en muchas. Era un hombre que aborrecía los dogmas, los absolutismos, la estrechez de pensamiento y para quien la libertad no era una abstracción, sino algo posible en el diario vivir. Creador de una obra monumental y de importancia infinita para estudiar y comprender al anarquismo, y sobre todo para practicarlo. Y por otro lado, un hombre tímido, que no poseía vanidad alguna, que llegó a vivir en condiciones muy precarias y miserables, y que aborrecía los minutos de fama o “publicidad de su persona”. Que fue reconocido y aplaudido por las y los compañeros anarquistas, no porque haya pedido tribuna, homenaje, ni crédito alguno, sino por el sólo hecho de crear un trabajo constante, riguroso y serio, que incluso al mismo Eliseo Reclus le sorprendió, reconociendo que antes de él no había sabido “cuan ricos eran” como movimiento anarquista, le valió el merito que merecía.
Un texto de mucho valor para conocer los espíritus inquietos que la anarquía ha ido configurando en su derrotero. Una enseñanza, también, para aquellos que quieran comprender el modo en que se comprende la historia desde la óptica libertaria:
«Mi encuentro con Max Nettlau», por Rudolf Rocker. [1]
Fué en la época del congreso de Londres cuando me encontré por primera vez personalmente con Max Nettlau, el gran historiador del socialismo libertario. Era entonces conocido por muy pocos, aunque se había ocupado desde hacía años de vastos estudios preparatorios para sus futuros trabajos históricos. Sólo un pequeño número de viejos compañeros como James Guillaume, Víctor Dave, Eliseo Reclus, Errico Malatesta, Pedro Kropotkin y otros más tenían conocimiento de sus estudios. Incluso para los compañeros alemanes era casi enteramente desconocido en aquella época. Sus primeros trabajos históricos valiosos, que habían aparecido a comienzos del decenio en la Freiheit de Most, fueron impresos sin mención del autor. También los pocos artículos que había escrito para el Sozialist de Landauer en Berlín, habían sido firmados con las iniciales de su nombre; igualmente la mayor parte de sus contribuciones de entonces a Freedom, La Révolte y otros periódicos. Como Nettlau no era orador y no participaba tampoco públicamente en el movimiento, la mayor parte de los compañeros apenas tenían noticia de su existencia.
Nettlau solía ir todos los años por unos meses a Londres y se dedicaba a sus estudios en la rica biblioteca del Museo Británico. Con los compañeros alemanes de Londres mantenía muy poco trato. La causa de ese retraimiento eran las continuas luchas en el viejo movimiento, que había vivido en parte personalmente. Era un amigo íntimo de Víctor Dave, con el que estuvo ligado toda la vida, y como los partidarios de Peukert combatían del modo más furioso a Dave entonces, no podía menos de ocurrir que también Nettlau les fuese poco grato, aunque él nunca tuvo participación personal en aquellas disidencias internas. El recuerdo de aquellos tiempos había dejado en él notoriamente impresiones que no le incitaron tampoco ulteriormente a reanudar las relaciones interrumpidas con los camaradas alemanes de Londres. Sólo con Bernhard Kampffmeyer y Wilhelm Werner estaba en estrechas relaciones y por ambos le conocí también más de cerca luego. En cambio eran tanto más vivas sus relaciones entonces con Malatesta y su círculo y con los compañeros del Freedom Gruppe, el único círculo que 1e contó como miembro. Con una cierta restricción: a incitación de Víctor Dave se había adherido a fines de la década 1880-90 por un tiempo a la Socialist League fundada por William Morris y otros, pero luego entró en el pequeño círculo del Freedom Gruppe, al que se sintió ligado hasta la muerte de Tom Keell. Sigue leyendo →