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Desde hoy damos comienzo a un dossier en el que hemos trabajado durante las últimas semanas: “Viajes y encuentros de Rudolf Rocker”. Las motivaciones y propósitos de este conjunto de artículos están expuestos en la sección que hemos habilitado. Por el momento, nos referiremos a este primer escrito: “Una visita a Eliseo Reclus”, extraído del libro La juventud de un rebelde, de Rudolf Rocker.
¿Porqué comenzar con esto? Quizás, también, por las vísperas del Coloquio Internacional Eliseo Reclus que se celebrará en Sao Paulo, Brasil, dentro de unos días, donde nuestro Grupo de Estudios estará presente.
Sin embargo, lo cierto es que, de todos modos, este relato es sin duda interesante. Y no sólo eso: a nosotros nos ha causado ciertos enigmas. En estos párrafos aparece un compañero anarquista llamado Paul Anhäuser. Él, dice Rocker, ha creado un invento óptico, revolucionario al parecer, que, incluso, podrá financiar proyectos libertarios. Reconocidos científicos, como María Goldsmith o Elíseo Reclus, se muestran muy interesados y asombrados por los mapas de este invento. No obstante, nunca se aclara qué es, qué hizo, qué sucedió con ese invento óptico. Y nosotros, por más que hemos indagado, no hemos dado con ninguna pista ni respuesta (esperamos sus teorías al respecto).
Pero más allá de esta curiosidad, la descripción que da Rocker del espíritu y de la vida de Reclus –de 63 años– es genial. Sin ir más lejos, el lugar donde vivía ya nos revela la pasión con que realizaba su labor de geógrafo:
En medio de la habitación había un gran globo terráqueo. Las paredes estaban cubiertas de mapas geográficos. Junto a ellos se levantaban estantes recargados de libros. Las dos mesas de trabajo estaban cubiertas de dibujos, instrumentos de medida y útiles de escribir. Se sentía uno a gusto en ese local, que irradiaba un calor acogedor.
Luego de conversar acerca del invento óptico de Anhäuser, establecen una discusión en torno al periódico Freiheit, diálogo al cual hay que ponerle particular atención, tanto para entender problemas del lenguaje como de la posición de los anarquistas frente al doctrinarismo.
La conversación acaba con un hermoso obsequio de Reclus y otras breves notas de la vida y obra del gran geógrafo francés. El texto, recomendado como siempre, lo dejamos a continuación:
“Una visita a Eliseo Reclus”, por Rudolf Rocker
Hacia fines de abril de 1893 tuve por primera vez ocasión de conocer personalmente a Eliseo Reclus. Uno de los jóvenes compañeros alemanes, Paul Anhäuser, había inventado un pequeño instrumento óptico del que esperaba mucho para el porvenir. Como no tenía propósito de vender su invento a algún financiero, quería instalar un pequeño taller cooperativo y dedicar la ganancia de la empresa al movimiento. Para ellos hacia falta ante todo un pequeño capital inicial de al menos ochocientos a mil francos que no sabia donde reunir. Habló del asunto repetidamente con el padre Meyer y conmigo, pero tampoco sabíamos qué hacer.
Por medio del amigo Rodinson había conocido hacia un tiempo a la compañera rusa María Goldsmith, una mujer extraordinariamente dotada que se dedicaba al estudio de las ciencias naturales y vivía con su anciana madre. María tenía estrecha amistada con Kropotkin y otros conocidos compañeros rusos y ha entregado una serie de artículos notables durante muchos años, con el pseudónimo de Korn, a los periódicos anarquistas rusos, franceses y un libro muy bien recibido sobre la historia de las adversas teorías de la evolución, que fue traducido también al alemán y a otros idiomas. Su madre era también una antigua compañera que vivió mucho tiempo de su juventud en Suiza y conoció allí personalmente a Miguel Bakunin. Para mi era por tanto un gran placer pasar un par de horas en la compañía alentadora de esas dos mujeres. Muy a menudo iban a visitarlas también otros compañeros y la conversación se volvía entonces muy animada y provechosa.
Al visitar una noche a María y su madre, se habló casualmente de mi joven amigo y de su invento. María, que tomó interés por el asunto, al parecer, me rogó que la próxima vez llevase a Anhäuser para que pudiese darle mayores detalles. Así la visitamos juntos un día. Después de haberle presentado Anhäuser sus planos y de haberle dado las necesarias explicaciones, dijo María que quizás Reclus podría hacer algo. Se ofreció ella misma a escribirle para recabar su opinión. Anhäuser, que se había esforzado sin éxito en torno a su asunto, quedó satisfecho y le dio cordialmente las gracias por su mediación. Sigue leyendo