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«(…) sin distribución igualitaria del trabajo no podrá haber auténtica autogestión». Roberto Guidicci.
Estudiar la economía desde la óptica libertaria es enfrentarse a diversas problemáticas que, generalmente, no abarcamos por simple comodidad o desinterés. Algo errado, sin duda, dado que al momento de articular nuestras ideas tanto en prácticas cotidianas como, más aún, en relación a proyectos sociales más amplios, sindicales o barriales por ejemplo, es necesario comprender ciertos aspectos de la economía actual, sus principios y formas de operar en los individuos y en la comunidad. No basta con reconocer qué grupos o familias tienen el poder económico, ni tampoco con parafrasear consignas acerca de la «lucha de clases». Menos con formar microeconomías para el sustento propio. Es necesario hacerle el juego al capitalismo, conformar, como diría Murray Bookchin, núcleos activos que actúen de otra forma, radicalmente distinta. Ardua tarea, sin duda. Se necesita creatividad, crítica y entusiasmo para pensar en estas tareas.
El caso de este trabajo abarca un problema en particular: la división del trabajo. Ya Piotr Kropotkin desarrolla este asunto en su breve texto «El Salariado», donde, apelando a que nadie nunca ha calculado los gastos de producción de la fuerza de trabajo, señala:
No se nos hable, pues, de gastos de producción de la fuerza de trabajo; no se nos diga que un estudiante que pasó alegremente su juventud de universidad en universidad tiene derecho a un salario diez veces mayor que el hijo del minero, sepultado en la mina desde la edad de once años. Tanto valdría decir que un comerciante que pasara viente años de «aprendizaje» en una casa de comercio tiene derecho a ganar cien francos diarios y a no pagar sino cinco a cada uno de sus trabajadores. (Las prisiones – El salariado – La moral anarquista, F. Sempere y Ca. Editores, página 91).
Ciertamente, han pasado muchos años desde la redacción de este escrito. No obstante, la discusión no se agota (aunque mucho de Kropotkin podemos aplicar). De ahí el interés por el texto que citamos a continuación: se trata de un trabajo presentado, al igual que el de Luciano Lanza, en el Congreso Internacional sobre Autogestión celebrado en Italia en los años a finales de los ’70. Su autor, Roberto Guidicci (1923-1998), sociólogo y escritor italiano, aborda de un modo muy claro el problema de la división del trabajo.
A la derecha de la foto, con lentes, Roberto Guidicci.
La pregunta expuesta acá es clara: ¿Cuál será el origen de la división del trabajo? ¿Será la propiedad privada? No, dirá nuestro autor. Justamente el error de aquellos que quisieron abolir la propiedad privada (pensando desde Rousseau a Karl Marx) es que sostenían que la división del trabajo se originaba en la propiedad privada, siendo que, al contrario, ha sido la división social y técnica del trabajo la que ha sostenido y legitimado la propiedad privada. El problema sería, entonces, el de una sociedad basada en la división social y técnica del trabajo.
La cuestión sería política, sería social, antes que económica. En fin, dejamos con ustedes el trabajo de Guidicci.
«Autogestión y División del Trabajo», por Roberto Guidicci[1]
El muro contra el cual se han estrellado la revolución inglesa de 1600 y la francesa de 1700 no ha sido ni la restauración monárquica en Londres, ni la caída de la cabeza de Robespierre de París, sino la permanencia de la propiedad privada a pesar de las declaraciones igualitarias. El muro contra el cual se interrumpió la revolución de octubre en la URSS y está a punto de deshacerse la revolución china, no han sido ni el estalinismo, ni la muerte de Mao, sino la permanencia de la división social y técnica del trabajo y de los deberes, a pesar de la abolición de la propiedad privada y del objetivo general igualitario.
Se ha pretendido, de Spencer a Durkheim, que la división social del trabajo haría la sociedad más orgánica, u orgánica sin más. Antes habría existido una sociedad con relaciones mecánicas en la cual cada uno era independiente o relativamente autosuficiente y, por tanto, indiferente a las relaciones con los otros. Sigue leyendo →